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Sumergirse en Sicilia, donde un mar de arte, cultura, y naturaleza te seducirá y se convertirá en un amor eterno

Una zona predominantemente montañosa que se gana el corazón de los turistas de todo el mundo con su maravilloso mar y sus ricas ciudades con encanto propio. Sicilia es una isla de postal caracterizada por las huellas imborrables de los pueblos que la han habitado y hecho única, entre testimonios artísticos y culturales de valor incalculable.

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Palermo
Palermo

Capital siciliana y cruce de culturas y tradiciones, Palermo te enamorará, embriagándote con colores, aromas y sabores. Palermo es una ciudad repleta de iglesias, monumentos y obras artísticas de valor incalculable, animada por ruidosos barrios populares que colindan con suntuosos edificios aristocráticos. La guinda del pastel la ponen un clima indulgente todo el año, un mar increíblemente bello y una tradición culinaria irresistible.

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Trapani
Trapani

Entre canales, villas paladianas, pueblos y castillos La provincia de Treviso, en el corazón del Véneto, es famosa por su deliciosa achicoria, pero también tiene bellezas históricas, artísticas y paisajísticas que ofrecer. Empezando por su ciudad principal, atravesada por el fascinante canal Buranelli. Merece la pena visitar la Piazza dei Signori con sus palacios, los soportales de Calmaggiore, la catedral románica y la iglesia gótica de San Nicolò. Se pueden dar hermosos paseos a lo largo de las murallas o, a las afueras de la ciudad, a orillas del río Sile. En los alrededores de Treviso se encuentran algunas de las más bellas villas palladianas. Entre los pueblos con más encanto de la zona de Treviso se encuentra Asolo, con un espléndido castillo, un acueducto romano y un ambiente de antaño. La gran actriz Eleonora Duse, musa de Gabriele D'Annunzio, quiso vivir aquí. Tampoco hay que perderse Follina, con la abadía de Santa María in Sanavalle, y Cison Valmarino, en el corazón de las colinas cubiertas de viñedos de las que se produce el famoso prosecco en la zona comprendida entre Conegliano y Valdobbiadene. No muy lejos se encuentra Castelbrando, uno de los castillos más grandes de Europa. En Possagno se puede visitar la casa natal de Antonio Canova. En el frente de Monte Grappa y a lo largo del río Piave se libraron importantes batallas de la Primera Guerra Mundial. Si eres un aficionado a la historia, recorre la Ruta de la Gran Guerra que sigue el curso del río.

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Messina
Messina

La majestuosa puerta de Sicilia Importante centro cultural y comercial, Messina es la puerta de entrada de los viajeros a Sicilia. No puede faltar una visita a la Catedral de origen normando, que alberga el segundo órgano más grande de Italia, y al reloj astronómico mecánico más grande y complejo del mundo. También merece una parada la sede de la universidad, fundada en 1548 por San Ignacio de Loyola. La provincia acoge la bella Taormina, famosa por sus características calles peatonales, los yacimientos arqueológicos y vistas impresionantes. La terraza natural sobre el monte Tauro, a 206 metros sobre el nivel del mar, ofrece una vista única del Mediterráneo. El pueblo alberga el Teatro Griego, el segundo teatro más grande de la región. Regálate unas horas de relax en la playa con vistas a Isola Bella, un pintoresco islote que se ha convertido en el símbolo mismo de Taormina. Si te encuentras en la zona, no te pierdas una visita a los pueblos de Novara di Sicilia, Tindari y Milazzo. Esta última es famosa por el estanque de Venus, un paraíso para los enamorados del snorkeling, desde donde se puede llegar fácilmente a Lipari, Vulcano o Stromboli. Descubre el encanto y la fuerza de la naturaleza sumergiéndote en las gélidas aguas de las gargantas de Alcántara. Se puede caminar entre las paredes de lava, pero también practicar rafting, escalada y senderismo en el parque geológico que rodea las gargantas.

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Agrigento
Agrigento

«Existe un viento que recuerdo arder / en las crines de los caballos inclinados / que corren por las llanuras, viento / que mancha y roe la arenisca y el corazón / de los lúgubres telamones, derramándose / sobre la hierba.». Los versos de Salvatore Quasimodo introducen a los visitantes a la experiencia del Valle de los Templos, que además de un fuerte componente emocional añade el efecto nada lúgubre de los grandes telamones que sostenían el templo de Júpiter Olímpico. Por supuesto, el parque arqueológico de la antigua Akragas, que el poeta griego Píndaro definió como la «ciudad más bella» y que está inscrito por la UNESCO en la lista del Patrimonio de la Humanidad, no te dejará indiferente. Los grandiosos templos dóricos datan del siglo V a. C., época de máximo esplendor de la ciudad. Las excavaciones también revelaron otros elementos de la antigua ciudad, como edificios públicos, instalaciones hidráulicas, necrópolis y fortificaciones, así como restos arqueológicos y monumentales posteriores del periodo paleocristiano. El parque también cuenta con senderos naturales a través del maquis mediterráneo, entre agaves y chumberas, con plantaciones de olivos, vides y almendros. Entre los muchos lugares de culto con nombres de divinidades olímpicas, solo podía ser un mito griego el que explicara la temprana floración de los almendros de esta zona, que se celebraba cada año con la llegada de la primavera, protagonizada por el amor legendario frustrado por el destino entre una princesa y un guerrero. La ciudad medieval y moderna se desarrolló alrededor del siglo IX d.C. en la colina de Girgenti. Agrigento conserva numerosas huellas de su fastuoso pasado, incluso fuera de la zona arqueológica; el núcleo medieval, por ejemplo, mantiene las calles serpenteantes típicas de las ciudades árabes, con numerosos edificios e iglesias de diferentes estilos y épocas. Agrigento ha sido proclamada Capital Italiana de la Cultura 2025, junto con Lampedusa y los municipios del territorio.

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Caltanissetta
Caltanissetta

La esencia de Sicilia entre mar, castillos y huellas de una rica historia Caltanissetta y su provincia son un destino por descubrir durante todo el año, gracias a un clima favorable incluso en los meses de invierno. Explora las acogedoras playas de la costa de Gela y las verdes colinas del interior, con sus restos arqueológicos que atestiguan siglos de historia. Toda la zona está salpicada de pequeños pueblos para descubrir tranquilamente, como Borgo Santa Rita y Delia, durante unas vacaciones en autocaravana o coche. La propia Caltanissetta tiene mucho que ofrecer a sus visitantes, desde la imponente catedral barroca de Santa María la Nueva hasta la colorida iglesia de Sant'Agata, que domina el gran Corso Umberto I. En lo alto de la ciudad se encuentran las ruinas del castillo de Pietrarossa, destruido por el terremoto que asoló la ciudad en 1567. No te pierdas una visita al museo arqueológico para sumergirte en el pasado de esta tierra. Con vistas al mar, la ciudad de Gela es apreciada por sus yacimientos arqueológicos de gran importancia, empezando por la Mura Timoleontee, por la reserva natural de Biviere, que se extiende por más de 300 hectáreas, y por su centro histórico repleto de edificios modernistas.

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Enna
Enna

La ciudad inexpugnable Enna se eleva más de 900 metros sobre el nivel del mar y es la capital más alta de Italia. Su clima de verano, más suave que en el resto de Sicilia, la convirtió en un buen refugio contra el tórrido calor de la isla, hasta el punto de que el emperador Federico II de Suabia construyó aquí la torre octogonal del mismo nombre como residencia de verano. Pero la historia de la ciudad se remonta mucho más atrás, al Neolítico. Los romanos lo llamaban Urbs Inexpugnabilis por su proverbial resistencia a la conquista. Entre los monumentos históricos más significativos se encuentra el Castillo de Lombardía, uno de los más grandes de Italia, que debe su nombre a los soldados de infantería lombardos que guarnecían la fortaleza. De sus veinte torres, hoy solo quedan seis, entre ellas la Torre Pisana, desde la que se disfruta de un vasto panorama que se extiende desde las Madonie hasta el Etna. Cerca se encuentra el lago de Pergusa, el único embalse natural de agua dulce que queda en la isla. Rodeado de naturaleza virgen, es el destino ideal para pasear al aire libre. El recorrido completo es de casi 5 kilómetros, pero el baño está estrictamente prohibido. Entre los lugares más llamativos que ver en los alrededores de la ciudad se encuentra el poblado bizantino de Vallone Canalotto, un antiguo asentamiento excavado en la piedra a 4 kilómetros del pueblo de Calascibetta. Detente también en la Villa Romana del Casale, en Piazza Armerina, un edificio residencial de la Antigüedad tardía famoso por sus mosaicos magníficamente conservados.

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Catania

Con un mar de ensueño y su incomparable patrimonio artístico, Catania cautiva y conquista. Déjate cautivar por la energía magnética que desprende esta ciudad de larga y agitada historia, déjate abrumar por su vitalidad y enamórate de su arte, su arquitectura y su gastronomía. Una visita a Catania constituye una experiencia inolvidable.

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Ragusa
Ragusa

Museo barroco al aire libre Elegante, refinada y rica en historia. Ragusa, situada en el sur de Sicilia, conquista a los visitantes con sus tesoros artísticos y arquitectónicos y sus impresionantes vistas. La ciudad se considera la máxima expresión del barroco siciliano, con iglesias y palacios elegantemente tallados, como la catedral de San Juan Bautista, la catedral de San Giorgio (San Jorge) y el Palazzo Zacco. Lleva calzado cómodo y sube las escaleras que conectan Ragusa Superiore, en la meseta, y Ragusa Ibla, el centro histórico que serpentea por callejuelas empinadas y sinuosas. Disfruta de un momento de relax a la sombra de las palmeras del jardín Ibleo, situado en un afloramiento rocoso con vistas panorámicas a los montes Ibleos y al valle del río Irminio. A solo 16 kilómetros de Ragusa se encuentra Módica, famosa por su chocolate. Visita la catedral de San Pedro, con su imponente escalinata y su fachada barroca, y la casa natal de Salvatore Quasimodo. Piérdete por las callejuelas de Scicli, un pueblecito rodeado de acantilados donde el tiempo parece haberse detenido. Para sumergirte en el pasado, descubre también el castillo de Donnafugata, una noble residencia del siglo XIX rodeada de un parque con un laberinto. Los amantes del sol y del mar pueden relajarse en las playas de Marina di Ragusa, Sampieri, Scoglitti y en la Reserva della Foce dell'Irminio.

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Siracusa
Siracusa

Situada en una de las calas más bellas del Mediterráneo, Siracusa es una ciudad vital y dinámica, que se muestra a la altura de su grandioso pasado, hasta el punto de merecer, en 2005, la inscripción en el Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La visita a Siracusa es un viaje en el tiempo y para descubrir la maravillosa belleza del entorno natural en el que se encuentra la ciudad. Siracusa fue el lugar de nacimiento de prestigiosas personalidades de la historia cultural y artística del Mediterráneo y es muy fértil desde el punto de vista intelectual incluso en nuestros días. Los testimonios arqueológicos confirman la presencia humana en la isla de Ortigia ya en el siglo XIV a. C., pero la construcción urbana se remonta al siglo VIII a. C., con la fundación de la colonia griega de Siracusa. El crecimiento político y económico de la ciudad entre los siglos VI y IV a. C. determina un aumento en el número de habitantes y la expansión de la ciudad más allá de las murallas originales. Al hacerse demasiado extensa para ser oportunamente defendida, Siracusa sufrió incursiones enemigas desde el interior y fue asediada por los atenienses (416-13 a. C.). La guerra contra Cartago, en el año 405 a. C., cedió la ciudad a Dionisio I, que se vio obligado a realizar grandes obras de fortificación, a alejar a la población de Ortigia y a transformar la isla en una fortaleza con fines militares. La muerte de Dionisio, que tuvo lugar en torno a mediados del siglo IV, provocó el inicio de un largo periodo de transición, que llevó en el año 212 a. C. a la derrota y al saqueo de la ciudad por parte de los romanos. Desde los primeros siglos del imperio se había ido difundiendo el cristianismo, y en el siglo III comenzaron a nacer los primeros edificios de culto paleocristiano. Después de un largo asedio, en 878 la ciudad fue tomada y devastada por los árabes, quienes dejaron una fuerte huella urbanística de su presencia. Al expulsar definitivamente a los árabes de la isla, los normandos llevaron a cabo la obra iniciada por los bizantinos con la renovación de las antiguas fortificaciones. Del gobierno aragonés, Siracusa obtuvo considerables beneficios económicos, que dejaron su impronta con la construcción de las murallas que rodean la isla y de numerosos palacios. El dramático terremoto que tuvo lugar en 1693 fue determinante para la historia de la ciudad, no porque provocase daños irreparables, sino porque sirvió de impulso para una «remodelación» de estilo barroco, que dio a la ciudad un nuevo rostro, con un aspecto del siglo XVIII, en sustitución de la antigua identidad. Fueron relevantes, además, desde el punto de vista urbanístico, las intervenciones de la época fascista, entre las que destaca la construcción de via del Littorio, el actual corso Matteotti. Sin embargo, con la expansión económica de los años cincuenta y sesenta se inició el periodo de contaminación y convivencia, no siempre fácil y rentable, con los grandes complejos industriales. La sucesión de todos estos acontecimientos importantes, y a menudo incluso traumáticos, ha desencadenado un mecanismo de fascinante superposición, en forma de integración armoniosa.

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Ciudades culturales
Siracusa

Siracusa

Situada en una de las calas más bellas del Mediterráneo, Siracusa es una ciudad vital y dinámica, que se muestra a la altura de su grandioso pasado, hasta el punto de merecer, en 2005, la inscripción en el Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La visita a Siracusa es un viaje en el tiempo y para descubrir la maravillosa belleza del entorno natural en el que se encuentra la ciudad. Siracusa fue el lugar de nacimiento de prestigiosas personalidades de la historia cultural y artística del Mediterráneo y es muy fértil desde el punto de vista intelectual incluso en nuestros días. Los testimonios arqueológicos confirman la presencia humana en la isla de Ortigia ya en el siglo XIV a. C., pero la construcción urbana se remonta al siglo VIII a. C., con la fundación de la colonia griega de Siracusa. El crecimiento político y económico de la ciudad entre los siglos VI y IV a. C. determina un aumento en el número de habitantes y la expansión de la ciudad más allá de las murallas originales. Al hacerse demasiado extensa para ser oportunamente defendida, Siracusa sufrió incursiones enemigas desde el interior y fue asediada por los atenienses (416-13 a. C.). La guerra contra Cartago, en el año 405 a. C., cedió la ciudad a Dionisio I, que se vio obligado a realizar grandes obras de fortificación, a alejar a la población de Ortigia y a transformar la isla en una fortaleza con fines militares. La muerte de Dionisio, que tuvo lugar en torno a mediados del siglo IV, provocó el inicio de un largo periodo de transición, que llevó en el año 212 a. C. a la derrota y al saqueo de la ciudad por parte de los romanos. Desde los primeros siglos del imperio se había ido difundiendo el cristianismo, y en el siglo III comenzaron a nacer los primeros edificios de culto paleocristiano. Después de un largo asedio, en 878 la ciudad fue tomada y devastada por los árabes, quienes dejaron una fuerte huella urbanística de su presencia. Al expulsar definitivamente a los árabes de la isla, los normandos llevaron a cabo la obra iniciada por los bizantinos con la renovación de las antiguas fortificaciones. Del gobierno aragonés, Siracusa obtuvo considerables beneficios económicos, que dejaron su impronta con la construcción de las murallas que rodean la isla y de numerosos palacios. El dramático terremoto que tuvo lugar en 1693 fue determinante para la historia de la ciudad, no porque provocase daños irreparables, sino porque sirvió de impulso para una «remodelación» de estilo barroco, que dio a la ciudad un nuevo rostro, con un aspecto del siglo XVIII, en sustitución de la antigua identidad. Fueron relevantes, además, desde el punto de vista urbanístico, las intervenciones de la época fascista, entre las que destaca la construcción de via del Littorio, el actual corso Matteotti. Sin embargo, con la expansión económica de los años cincuenta y sesenta se inició el periodo de contaminación y convivencia, no siempre fácil y rentable, con los grandes complejos industriales. La sucesión de todos estos acontecimientos importantes, y a menudo incluso traumáticos, ha desencadenado un mecanismo de fascinante superposición, en forma de integración armoniosa.
Pueblos
Marsala

Marsala

Marsala, la ciudad del vino y la sal. Marsala es una ciudad y también un vino. Ambos son elegantes y rezuman historia. La ciudad está encerrada entre las murallas del siglo XVI, cuando vivió su propio Renacimiento, que la enriqueció con palacios, iglesias y monasterios. El vino es un producto que le ha dado fama mundial, gracias a la intuición de un comerciante inglés que lo adaptó a los gustos británicos. En el bello centro histórico se pueden visitar los vestigios de su pasado junto con las históricas bodegas, que mantienen el prestigio de su mejor producto, mientras que en la costa se produce sal en unas espectaculares salinas. Entre Barroco y naturaleza Quienes entran por la puerta Nuova son recibidos por una serie de bellos edificios renacentistas y barrocos, como el monasterio de San Pietro, que alberga el museo municipal, con una sección arqueológica y otra dedicada al Risorgimento. Garibaldi y los Mil desembarcaron en Marsala para llevar a cabo la hazaña de la Unificación de Italia. Un poco más adelante se entra en Piazza della Repubblica, el salón de Marsala, con el precioso palacio VII Aprile y su torre del Orologio (Reloj), así como la catedral barroca, aunque en realidad la fachada no se terminó hasta 1956. Al lado, el Museo degli Arazzi (Museo de los Tapices), donde se exponen ocho tapices flamencos, regalo de un rey español. A pocos pasos se encuentra el convento del Carmine, hoy Museo di Pittura Contemporanea (Museo de Pintura Contemporánea), con obras de varios artistas italianos, como Cassinari, Maccari, Marchegiani, Pomodoro, Sassu, Sironi, además de exposiciones temporales. Si quieres adentrarte en el pasado más antiguo de Marsala, visita el Museo Archeologico Baglio Anselmi, en el edificio de una antigua bodega del paseo marítimo. Aquí se exponen diversos objetos que narran la fundación de la ciudad (entonces llamada Lilibea) por los exiliados de la colonia fenicia de la isla de Mothia. No te pierdas los restos de un barco púnico naufragado probablemente durante la batalla de las Egadas de la Primera Guerra Púnica, hallado frente a la costa de la isla Lunga, cerca de punta Scario, los mosaicos romanos y una extraordinaria colección de ánforas que documentan el tráfico comercial en la Antigüedad. La visita al museo se completa en el parque arqueológico con la «insula» romana, el emplazamiento de una gran villa romana del siglo III d. C. con termas, cisternas y los restos de una necrópolis paleocristiana. El corazón palpitante de Marsala es su céntrico Mercato del Pesce, recientemente renovado, durante el día es el lugar donde se deposita la pesca procedente del Stagnone y del canal de Sicilia, y por la noche, es el centro de la vida nocturna, donde se va a cenar y disfrutar hasta altas horas de la noche. El vino de Marsala que gustó a los ingleses. En Marsala siempre se ha producido vino, desde los tiempos de los fenicios, pero fue a finales del siglo XVIII cuando un comerciante inglés, John Woodhouse, envió a Inglaterra varios barriles de vino local para que lo probaran sus clientes, si bien añadió una dosis de «acquavite» para que el vino no se estropeara durante la navegación. Así nació el «marsala» que conocemos hoy, un vino generoso muy apreciado por los ingleses que desde entonces lo importaron en grandes cantidades, lo que supuso una fuente de riqueza para los productores locales: Florio, Rallo, Donnafugata o Pellegrino, cuyas históricas bodegas todavía se encuentran en el centro de Marsala. La reserva del Stagnone y Mozia La reserva del Stagnone es una laguna situada al norte de Marsala, dos mil hectáreas de aguas poco profundas y muy saladas dentro de las cuales se encuentran cuatro islas: la isla Grande, que sirve de barrera a la laguna, la isla de Santa María, una franja de tierra, La Schola, porque en la época romana albergaba una escuela de retórica, donde se dice que enseñaba Cicerón cuando era cuestor de la ciudad de Lilibea, y Mothia (Mozia o San Pantaleón), una isla en la que se ubicaba una ciudad fenicia del siglo VIII a. C., que las fuentes antiguas describen como rica en hermosos edificios, una de las bases comerciales más importantes de la Antigüedad en el Mediterráneo. Conquistada por Dionisio de Siracusa, Mothia fue destruida en el año 397 a. C. y nunca fue reconstruida, por lo que sus ruinas están «intactas», sin superposiciones, un verdadero paraíso para los arqueólogos. De hecho, los supervivientes fundaron Lilibea, la actual Marsala. La isla de Mozia pertenece en la actualidad a la Fundación Whitaker, un productor de vino inglés que la compró e inició las excavaciones a principios del siglo XX. Está abierta a las visitas. Las salinas de Marsala y los molinos de viento En la costa norte de la ciudad, con vistas al Stagnone, se extienden las salinas de la laguna de Marsala Ettore e Infersa, uno de los lugares más espectaculares de la costa oeste de Sicilia, donde las láminas de agua adquieren distintos colores según la estación y sobre las que destacan los perfiles de los molinos de viento, rodeados de montículos de sal blanca como la nieve. Un lugar no solo muy poético y fotogénico, sino también de gran interés histórico y medioambiental, estructurado para que quienes lo visitan puedan vivir la experiencia de la sal en todas sus dimensiones: aquí puedes dar paseos por las salinas, visitar los molinos que aún funcionan, hacer degustaciones, recoger manualmente la sal con los salineros y sumergirte en tanques que no están en producción, pero que alimentados por el circuito hidráulico permiten flotar en soluciones salinas con diferentes concentraciones y tenderse sobre la corteza que forma la sal.
Islas
Lipari - Isole Eolie, Sicilia

Lipari

Lípari la dulce, la más tranquila de las Islas Eolias Con 37 kilómetros cuadrados, Lípari es la mayor de las Islas Eolias, Patrimonio de la Humanidad para cualquiera que haya pasado por aquí y, desde el año 2000, también para la UNESCO. Centro administrativo y económico de todo el archipiélago siciliano, es la menos "volcánica" de sus 7 islas, como lo demuestra la débil actividad hidrotermal y fumígena de su parte occidental. Sin embargo, es la que mejor armoniza el salvaje encanto eólico con la comodidad de las conexiones y los servicios. La vida nocturna y el auténtico flow de sus barrios La zona urbana se extiende entre los bares y restaurantes que dan a la hermosa Piazza di Sant'Onofrio, más conocida como Marina Corta, y la Via Francesco Crispi, conocida como Marina Lunga: entre ambas, de mayo a octubre, se concentra la vida nocturna y la movida local por las tardes. El resto de la isla está bien comunicado con el centro por una red de carreteras asfaltadas, pero si realmente quieres adentrarte en su flow de perfumes, sonidos y vistas y saborear un poco de esa plácida dulzura a la que alude su nombre griego, Meligunis, te recomendamos recorrer Lípari en bicicleta o a pie, merodeando entre los muros de piedra seca de sus barrios: Canneto, Acquacalda, Quattropani. Como en un plató de cine Si, además de la vida en la playa, tienes previsto sumergirte en la cultura y la historia de Lípari, nuestro consejo es visitar los destinos y monumentos al atardecer, cuando el aire es más fresco y las calles cobran vida. Una visita obligada es el Chiostro de normanni, parte del primer monasterio benedictino construido en Sicilia a instancias del rey Roger II, tan bien conservado y evocador que se sentirá como en el plató de una película de disfraces. Igualmente pintoresca es la imponente estructura del castillo, una auténtica acrópolis, que se alza sobre un promontorio habitado desde el Neolítico. La muralla encierra idealmente el centro histórico: en la ciudadela fortificada, paraíso de los arqueólogos, cada recoveco en el que os detendréis cuenta una página de historia: será como recorrer en vivo la larga lista de las dominaciones que aquí se han ido alternando, dejando una huella indeleble. Para seguir explorando, explora las cincuenta salas del Museo Arqueológico Regional, uno de los más prestigiosos del Mediterráneo. El pulgar de Bartolomé Si, por el contrario, eres fan de las reliquias, haz una parada en el interior del Castillo en la Catedral, dedicada a San Bartolomé, el patrón de todo el archipiélago: la iglesia todavía alberga el "pulgar sagrado" del santo, el único fragmento misteriosamente salvado del robo del cuerpo del apóstol, en el 833, por obra de los beneventanos. Ahora el dedo "descansa" en un relicario de plata con forma de brazo de bendición, que se exhibe durante las fiestas en honor al santo. Caza en Belvedere Para los coleccionistas de vistas, recomendamos más bien deleitar sus ojos en los lugares más pintorescos de Lípari, empezando por el promontorio de la Acrópolis. Merece la pena una foto de recuerdo, y quizás incluso un romántico selfie entre el cielo y el mar, el horizonte contemplado desde el Belvedere Quattrocchi, con el telón de fondo de las chimeneas de Pietra Lunga y Pietra Menalda. En cambio, la vista desde la iglesia de la Madonna della Catena, en la aldea de Quattropani, un pequeño santuario de estilo dórico con revoque blanco y vistas al mar, recuerda a las Cícladas. Por último, merece la pena una excursión al llamado "Semaforo", el observatorio geofísico situado en el interior de un semáforo de la Marina Real en desuso, desde el que sentirás que tocas con el dedo tanto las chimeneas como la isla de Vulcano. Con ganas de hacer senderismo o, más bien, scekking Si, por el contrario, quieres perseguir el alma salvaje de la isla, una de las rutas de senderismo más interesantes es la bastante exigente que lleva desde las canteras de caolín hasta las termas de San Calogero, pasando por las fumarolas de azufre, un parque geominero, hasta las termas del siglo XIX convertidas en museo, construidas sobre uno de los manantiales termales más antiguos que se conocen: junto a sus piscinas, de época helenística, hay un monumento funerario de origen micénico. Pero la experiencia más típica que se puede vivir a lo largo de estos senderos es la del scekking, o senderismo a lomos de un burro, scecco en siciliano, que proponen los guías medioambientales de Lípari: una forma original de revalorizar a los antiguos inquilinos de la isla en clave turística, ahora promocionados a acompañantes para itinerarios slow, articulados en apetitosas etapas en las que degustar los productos locales. Playas: cada uno con su piedra Blanquísimas y arenosas o volcánicas y rocosas: las costas y playas de Lípari satisfacen las necesidades de cualquiera que quiera bañarse. Solo tienes que decidir en qué piedra te vas a tumbar. Todo el litoral nororiental está cubierto por la deslumbrante arena blanca de las canteras de piedra pómez y obsidiana que descienden hasta el mar: desde la Playa Blanca, a la que se llega por un empinado tramo de escaleras de mayólica, hasta la Playa Blanca, el establecimiento más de moda y exclusivo, al que solo se puede acceder por mar. Si prefieres las costas libres y solitarias, ve a las playas de Pietraliscia o Porticello, o a la Secca della Forbice, en la zona de Cappero, muy querida por los lugareños.
Pueblos
Erice

Erice

Erice, ciudad de la diosa Venus Entre las localidades sicilianas más encantadoras, Erice es como un nido de águila desde el que disfrutar de magníficas vistas de la costa de Trapani hasta el archipiélago de las Egadas. Enclavada en un acantilado a 751 metros de altura, conserva en su curioso perímetro triangular no solo monumentos e iglesias medievales de gran valor, sino también un centro de arte contemporáneo y una prestigiosa institución científica. Erice es una joya del arte y la cultura con una historia milenaria que merece ser visitada al menos una vez en la vida. Un cofre del tesoro artístico y arqueológico Los orígenes de Erice son muy antiguos. Se remontan a los Elimi, un pueblo de probable origen griego que, según la leyenda, descendería de los exiliados troyanos. Al margen del mito fundacional, Erice también era conocida por los romanos por un santuario construido en un escarpado acantilado dedicado al culto de la Afrodita griega y, más tarde, de la Venus Ericina romana, diosa de la fertilidad y el amor. En la Edad Media, los normandos construyeron un señorío en el mismo territorio. Conocido hoy con un nombre que resume toda la historia del lugar, el castillo de Venus domina la fortaleza y vigila el territorio circundante. La fortaleza es el punto más alto de Erice, te recomendamos elegirla como etapa inicial o final de tu ruta por el pueblo de Erice. Si sales desde la zona más alta, disfrutarás de las maravillosas vistas de la costa y de la encantadora Torretta Pepoli. A través del jardín del Balio, podrás acceder al elegante centro histórico medieval con adoquines de piedra que asemejan una alfombra y callejones muy estrechos, porque el espacio dentro de las murallas siempre ha sido escaso. No te puedes perder: la iglesia de San Juan Bautista con su cúpula redonda y un portal apuntado y algunas estatuas de los Gagini y el museo Antonino Cordici, instalado en el antiguo convento de San Francisco y dividido en varias secciones, fundamental para conocer la historia de Erice. Siguiendo hacia la plaza Umberto encontramos el Centro para la cultura científica Ettore Majorana, en el antiguo monasterio de San Pedro, que cada año acoge simposios y congresos dedicados a diferentes disciplinas científicas. Hacia Porta Trapani se abre la elegante Piazza Matrice, con la catedral del siglo XIV. Caracterizada en su portada por un rosetón y precedida por un pórtico almenado con aberturas de arcos apuntados, se presenta en todo su esplendor medieval. El interior, de estilo neogótico, fascina por su elegancia y los tesoros artísticos que allí se conservan. Cabe destacar las nueve cruces griegas de mármol en la pared sur colocadas en 1685 y procedentes del templo de Venus Ericina. Más allá de la Porta del Carmine, a lo largo de via dell'Addolorata, llegamos al llamado Barrio Español, que no es un verdadero barrio, sino un edificio que debería haber albergado a las tropas españolas, pero quedó inacabado. Hoy en día es sede de exposiciones permanentes de carácter antropológico. Desde su terraza, las vistas te dejarán sin aliento. «Trekking» en el monte Erice La oferta del lugar es tal que te entrarán ganas de explorar la zona del monte Erice: para ello están los senderos del Agro ericino, varias rutas de «trekking» que parten principalmente de la llegada del funicular de Trapani para atravesar el bosque estatal o para descubrir las tres iglesias rupestres diseminadas por la montaña. Por encima de Erice, también hay una cabaña del CAI, que se puede usar como referencia para explorar el territorio y llegar hasta el monte Cofano y San Vito Lo Capo. «Genovesi» y «frutta martorana»: descubre los dulces tradicionales Si el paseo te abre el apetito, en Erice no faltan las pastelerías donde reponer fuerzas. La ciudad cuenta con una sólida tradición de dulces cuyas recetas habrían sido transmitidas por las monjas de clausura de Erice. Las más típicas son la «genovese», un bocado de masa quebrada relleno de crema que se come caliente, los «mustazzoli», galletas aromáticas de pasta dura y crujiente, los «dolcetti da riposto», rellenos de conserva de cidra y decorados con glaseado de colores pastel, los bocados de almendras, los «quaresmali» y la «frutta martorana». Las pastelerías más famosas son las de Maria Grammatico, que también organiza cursos de cocina, y la San Carlo, ambas en el centro histórico. Los dulces combinan a la perfección con una copa de Marsala dulce de los viñedos cultivados justo debajo del monte Erice.
La región

Isla del eterno verano, cultura y arqueología

Sumergirse en Sicilia, donde un mar de arte, cultura, y naturaleza te seducirá y se convertirá en un amor eterno. Una zona predominantemente montañosa que se gana el corazón de los turistas de todo el mundo con su maravilloso mar y sus ricas ciudades con encanto propio. Sicilia es una isla de postal caracterizada por las huellas imborrables de los pueblos que la han habitado y hecho única, entre testimonios artísticos y culturales de valor incalculable.

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