El Molise del sabor
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Montañas de una belleza salvaje que esconden rincones de interés arqueológico, colinas atravesadas por ríos cultivadas con trigo, olivos y viñedos, ciudades ricas de arte y de historia. Y el mar. Con sus ritmos lentos y cíclicos, que determinan la vida de los pescadores: todo esto es Molise, una pequeña región llena de perlas paisajísticas, artísticas y delicias gastronómicas, no tan conocida hoy en día y, por lo tanto, incontaminada de turismo de masa. El recorrido del río Biferno nos acompaña desde la zona de Campobasso hasta el mar, para descubrir la tierra de la antigua tribu de los Samnitas y de numerosos sabores.
El itinerario parte de Campobasso, que se extiende a lo largo del declive de una colina, a la sombra del majestuoso Castillo Manforte del siglo XV, el pueblo se recoge alrededor de Plaza Pepe, con sus palacios nobles y su catedral de la Santísima Trinidad de estilo neoclásico. Hay que hacer una visita al Museo Samnítico Provincial y a la iglesia de San Bartolomeo y detenerse un momento en una de las tantas hosterías para degustar la cocina local, influida fuertemente por las tradiciones de las regiones colindantes –Abruzo y Apulia- pero interpretada con variedades características: hay que probar los distintos tipos de pasta, acompañadas con verduras y legumbres, el cordero, el licor típico llamado Milk y su extraordinaria pastelería.
Con ocasión de la festividad del Corpus Christi, se celebra en Campobasso la manifestación más importante de la cultura popular y religiosa molisana: la Sagra dei Misteri (la Fiesta de los Misterios). A lo largo de las calles de la ciudad desfilan, llevados a hombros, los trece “Misterios”: maquinarias ideadas por el artista Paolo Severio di Zinno en el 1748, animadas por niños y adultos, que se engloban a la estructura y representan los episodios del Antiguo y Nuevo Testamento.
Después de una breve parada en la localidad de Ripalimosani, conocida por su pan, se desciende hasta Petrella Tiferina, siguiendo el curso del Biferno a lo largo de un valle fértil que da nombre al Doc más importante de Molise: alrededor de 380 hectáreas de viñedos que dan uvas blancas, rojas y rosadas.
Si prosigue hacia Larino, con el Palacio Ducal de origen medieval, hoy municipio y sede del Museo Cívico, la catedral gótica-románica, dedicada a la Asunción y a San Pardo y consagrada en 1319, el anfiteatro romano en la localidad Piana San Leonardo. Al final de mayo en Larino se celebra la fiesta del patrón, San Pardo, con un desfile de más de cien carrozas, decoradas con flores de papel y tiradas por bueyes que transportan la figura del santo a la luz de las velas y antorchas con el sonido del tradicional canto "carrese".
Adentrándose en la región descubrimos entre colinas parecidas a olivos, las ciudades del aceite: Colletorto y Casacalenda. Volviendo a las aguas del Biferno surge Guglionesi, donde es casi una obligación probar embutidos como el “saggiciotto” de la vecina Montenero di Bisaccia (con carne de cerdo ahumada) y la ventricina (de forma redonda embutida en la tripa del cerdo y preparada con carne magra de la pata, pimentón, guindilla y flor de hinojo).
Llegamos a Termoli, un pueblo marinero que invita a placenteros paseos a través de sus callejuelas (viuzze), entre casas de colores pastel.
La localidad- cuyos alrededores se encuentran tapizados de viñedos- alberga el Castillo Svevo hecho erigir por Federico II en 1247, con su majestuosa torre cuadrada, rodeada por un bastión con cuatro torres cilíndricas en los ángulos. Aquí se puede probar el característico caldo de pescado U’Bredette.
Cerca de Termoli se encuentra Campomarino, un pueblo que forma parte del circuito de la Ciudad del Vino, con sus viñedos frente al mar. Esta es la tierra del Biferno Doc, en sus variedades de tinto, blanco y rosado. A finales de julio se puede asistir a la sugestiva feria del vino.
Desde la costa adentrándose nuevamente hacia el interior se puede visitar Agnone, localidad que debe su fama internacional a la antiquísima tradición de las campanas, que ha sobrevivido hasta nuestros días gracias los hornos de fundición Marinelli, que dispone también de un museo sobre el tema.
Se puede proseguir hacia Irsenia: el corazón de la localidad, plaza San Pedro Celestino, alberga la catedral del mismo nombre, importante ejemplo de arquitectura altomedieval. Callejeando por el casco histórico se descubren talleres artesanales que ofrecen elaborados encajes de bolillos.
Visitar Scapoli es casi una obligación, es el pueblo de la gaita, este instrumento musical se construye en los talleres del barrio Fontecostanza donde hay un museo a él dedicado.
Para concluir nuestro itinerario, nos desviaremos ligeramente hasta las ruinas de Saepinum (hoy llamada Sepino), un lugar de excavaciones arqueológicas en la parte noreste de los Montes Matese.
Nacida a finales del siglo IV a.C. como centro de intercambios comerciales y baluarte defensivo en el cruce de dos importantes directrices, Saepinum, hoy en día presenta una planta rectangular, con una muralla perimetral dotada de decenas de torres y cuatro monumentales puertas de acceso, una de las cuales muy bien conservada (Puerta de Boxano). En el foro se pueden apreciar los restos de la basílica, del templo, del mercado y de las termas.