Resumen
En el centro de un valle entre los montes de Mainarde al noroeste y de Matese al sureste, Isernia y su provincia esconden insospechadas sorpresas, sobre todo para los amantes del senderismo y la naturaleza. Aunque ciertamente no ocupa los primeros puestos en las listas de los destinos más populares, la ciudad cuenta con importantes atractivos culturales, como el museo nacional del Paleolítico y la imponente catedral de San Pietro Apostolo, construida sobre los restos de un antiguo templo pagano.
Su entorno rebosa de alicientes. Podrás visitar la reserva natural de Montedimezzo y el pueblo medieval de Roccamandolfi, donde puedes pasear por el llamativo puente tibetano, rodeado de vegetación y suspendido sobre el río Callora, o el paraíso natural de Frosolone, una ciudad entre acantilados apreciada sobre todo por los amantes de la escalada libre. En cambio, si buscas pasar unas horas de relax, en Castel San Vincenzo podrás descansar a orillas de su lago, en el que también es posible bañarse.
El encaje de bolillos es un arte característico de Isernia y absolutamente femenino. Introducido en Isernia en el siglo XV por los aragoneses, durante siglos fue la ocupación principal de las jóvenes de familias nobles destinadas a la vida monástica, consagradas en el convento benedictino de Santa Maria delle Monache. Posteriormente, el trabajo con los bolillos, enseñado y transmitido de madres a hijas, se convirtió en una tradición de cada casa. A los bolillos de Isernia está dedicada a una sección del museo municipal de la Memoria e Storia.
