Coliseo
Icónico, el Coliseo es sin duda uno de los monumentos más fascinantes de Roma. Será por su majestuosidad, por su estructura increíblemente íntegra, por la furia y la brutalidad que se consumían en la época de la Urbe. Aquí, donde los gladiadores se enfrentaban hasta el último aliento y los condenados a muerte luchaban contra bestias feroces, se acercan hoy en día más de 10 millones de turistas al año. Construido por el emperador Vespasiano, fue inaugurado después de su muerte, en el año 80 d. C., con el nombre de «Anfiteatro Flavio» (a partir de los Flavios, familia a la que pertenecían Vespasiano y sus hijos Tito y Domiciano). Solo comenzó a llamarse Coliseo en la Edad Media debido a una enorme estatua que había a su lado, el «coloso de Nerón», no por su tamaño. Después de la caída del Imperio romano, el anfiteatro cayó en un estado de abandono, en la Edad Media hizo las veces de fortaleza de los Frangipane y los Annibaldi, sufrió daños por los terremotos y en el Renacimiento se convirtió en una cantera de mármol y travertino. Gracias a diferentes intervenciones de restauración que se iniciaron en varios períodos, el Coliseo ha recuperado su antiguo esplendor y es ahora un escenario más excepcional que inusual para acontecimientos culturales. Al lado del Coliseo se encuentra el maravilloso Arco de Constantino, el último de los monumentos triunfales de la época clásica.
Basílica de S. Clemente
Capa sobre capa, la basílica de San Clemente muestra claramente el largo pasado de Roma. Se remonta al siglo XII, pero se construyó sobre una iglesia del siglo IV, a su vez erigida sobre un templo del siglo II dedicado al dios Mitra y sobre una casa romana del sigloI. Además del encanto de su historia, San Clemente se enorgullece de unos interiores realmente encantadores. En la basílica superior, en la planta baja, encontrarás el maravilloso mosaico «Triunfo de la cruz», una crucifixión que tiene algo de árbol de la vida. En la capilla de S. Catalina podrás admirar los frescos de Masolino da Panicale que representan historias de la vida de la santa. La basílica inferior, del siglo IV y destruida por los normandos en 1084, permite visitar restos de frescos del siglo XI con la vida y milagros de san Clemente. Por último, podrás descender aún más para descubrir la residencia romana del siglo I y el mitreo del siglo II con el bajorrelieve que recuerda a Mitra durante la matanza del toro primordial.
Complejo de los Cuatro Santos Coronados
Por supuesto, desde el exterior no te parecerá un lugar de culto, tal vez más bien una fortificación medieval, pero al entrar en el complejo de los Cuatro Santos Coronados no tendrás dudas sobre su función y, menos aún, sobre su belleza. Sobria y llena de misticismo, se dice que la basílica está dedicada a cuatro soldados (Severo, Severiano, Carpoforo y Vittorino) mártires por haberse negado a venerar la estatua de Esculapio. Otra leyenda habla, en cambio, de cinco escultores asesinados por Diocleciano porque no habían querido esculpir la estatua. En cualquier caso, el complejo, compuesto por la basílica, la capilla de San Silvestre y la Estancia del Calendario, el claustro del siglo XIII y el Aula Gótica, es un verdadero tesoro artístico. Como suele suceder, el emplazamiento ha tenido una historia problemática. Fundado a mediados del siglo V d. C. sobre los restos de una domus romana, fue ampliado, destruido y reconstruido varias veces. La iglesia, de tres naves, conserva el suelo cosmatesco y frescos medievales y del siglo XVII. La Estancia del Calendario y la Capilla de San Silvestre formaban parte del palacio cardenalicio construido por Stefano Conti a mediados del siglo XIII. La primera toma su nombre del fresco que cubre las paredes (de la primera mitad del siglo XIII) y que ilustra, precisamente, el calendario. La capilla, por otro lado, presenta un maravilloso ciclo pictórico con historias de la vida de san Silvestre. Por último, en la primera planta de la Torre Mayor del edificio, podrás admirar el Aula Gótica, un entorno de formas góticas con un animado ciclo pictórico de mediados del siglo XIII que ilustra las artes y los meses.
Piazza San Giovanni in Laterano
El obelisco más alto y antiguo de la ciudad, un baptisterio, la Escalera Santa y el Sancta Sanctorum, el palacio de Letrán y la basílica de San Juan de Letrán están todos aquí, en la inmensa, articulada e irregular plaza San Juan, para ofrecer una síntesis de la cultura arquitectónica que ha afectado a la ciudad eterna desde la Antigüedad hasta el siglo XX.
Aquí se sitúa el obelisco de Letrán desde 1588, ya que hasta ese año se erigía en el Circo Máximo. Mandado construir por Tutmosis III, faraón de la XVIII dinastía egipcia, fue transportado a Roma desde Tebas en el año 357 por Constancio II. Se trata del obelisco egipcio más alto del mundo (si se cuenta también la cruz y la base, alcanza casi los 46 metros).
A la izquierda del obelisco se encuentra el palacio de Letrán, que ha sido la residencia oficial de los pontífices durante unos mil años, desde el siglo IV. Varias veces dañado y restaurado, fue devastado por un incendio en 1308. Así, cuando el papado regresó a Roma en 1377 tras el cautiverio en Aviñón, los papas fijaron su residencia en el Vaticano. Lo que vemos hoy es el resultado de la remodelación urbanística de finales del siglo XVI, diseñada por Domenico Fontana a instancias de Sixto V. Se suponía que sería la residencia papal de verano, pero los papas siguieron prefiriendo el Vaticano y el Quirinal. El palacio se convirtió en hospital, archivo de los Estados Pontificios, sede del Museo Gregoriano y, por último, sede del Vicariato; desde 1987, la planta noble alberga el Museo Histórico Vaticano. Justo en la esquina del palacio de Letrán, si alzas la vista, verás dos campanarios gemelos con tríforas del siglo XIII y cúspides de 1370: emergen de la logia de las bendiciones de la basílica de San Juan de Letrán. A la derecha de la logia de las bendiciones se encuentra, en cambio, el antiguo baptisterio, construido en el siglo IV por Constantino sobre una villa del siglo I y sobre un edificio termal del siglo II.
También se encuentra aquí otro lugar símbolo de profunda devoción y destino de peregrinación. Estamos hablando de los 28 escalones que componen la Escalera Santa del santuario pontificio, decorada con frescos en las paredes y en las bóvedas. Se dice que los escalones son los mismos que Jesús subió varias veces el día de su condena a muerte en el palacio de Poncio Pilato en Jerusalén, traídos hasta Roma por santa Elena en el siglo IV. Si haces la visita el Viernes Santo de Cuaresma, podrás asistir o participar en la conmovedora subida de rodillas de los fieles, como acto de devoción o petición de indulgencia plenaria. Es esta escalera la que te llevará al Sancta Sanctorum, la capilla de los Papas en la que se venera la imagen del Santísimo Salvador.
Por último, con sus 1700 años, la gran basílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma, es sin duda un destino imprescindible para los fieles y turistas por su majestuoso interior y la atmósfera solemne que se respira una vez que se entra.
Basílica de San Juan de Letrán
La basílica de San Juan de Letrán es la más antigua de las cuatro basílicas papales, catedral de Roma y sede episcopal, considerada «madre y cabeza de todas las iglesias de la Urbe y del Mundo». Fue construida en el mismo lugar que la basílica erigida por Constantino en el siglo IV, pero queda muy poco del edificio original. El aspecto actual se remonta en gran parte al siglo XVII y el estilo barroco del interior se debe principalmente a la obra de Francesco Borromini.
La imponente fachada tardobarroca, coronada por 15 estatuas de 7 metros de altura (podrás admirar las de Cristo, san Juan Bautista, san Juan Evangelista y los doctores de la Iglesia) es obra de Alessandro Galilei (sí, pariente de Galileo Galilei) y se completó en 1735. Detrás de las columnas del pórtico, la puerta central de bronce es el legado de la antigua Curia Julia del Foro Romano, mientras que la última a la derecha es la Puerta Santa, que solo se abre en los años jubilares.
El interior es un auténtico espectáculo. Techo dorado artesonado, suelo cosmatesco del siglo XV y una amplia nave central flanqueada por las altísimas estatuas de los apóstoles realizadas en el siglo XVIII. Al fondo de la nave, el riquísimo tabernáculo gótico que debería custodiar, según la tradición, las reliquias de las cabezas de los santos Pedro y Pablo. En el otro extremo, en el primer pilar de la nave de la derecha, se puede admirar lo poco que queda de un fresco de Giotto.
Si te encuentras en Roma durante el Jubileo, debes saber que San Juan de Letrán, junto con San Pedro en el Vaticano, Santa María la Mayor, San Pablo Extramuros, San Lorenzo Extramuros, Santa Cruz en Jerusalén y San Sebastián Extramuros, son todas etapas de la Peregrinación de las Siete Iglesias, un camino espiritual diseñado por san Felipe Neri en el siglo XVI.