Parque regional de Appia Antica
Este itinerario pausado en el corazón del parque regional de Appia Antica comienza en la plaza de Porta S. Sebastiano, al sur del centro histórico. El parque fue reconocido como institución en 1988 y desde entonces el organismo se ocupa del mantenimiento y la promoción turística de las primeras 11 millas romanas (unos 16 kilómetros) de la Vía Apia. De estos 16 kilómetros recorrerás los primeros cuatro, para descubrir testimonios milenarios de arqueología, arte, historia y paisajes romanos.
Porta S. Sebastiano es uno de los accesos más imponentes y mejor conservados de las grandes murallas construidas en tiempos del emperador Aurelio: una muralla defensiva de unos 19 kilómetros (aunque algunos tramos se encuentran hoy en estado crítico), inaugurada en el año 275 d. C. En Porta S. Sebastiano se encuentra la exposición permanente del museo de las murallas, que nos explica los métodos defensivos adoptados a lo largo de los siglos por los ciudadanos romanos para proteger su ciudad.
Avanzando hacia el sur, comenzarás a notar a tu alrededor restos arqueológicos, como tumbas, fuentes y muros, que indican que estás en el camino correcto: a lo largo de la antigua vía Apia se superponen siglos de historia romana que han dejado su huella indeleble en el territorio. En la encrucijada entre la vía Ardeatina y la vía Apia, la iglesia del Domine Quo Vadis vincula su fundación a una antigua tradición religiosa. Según el mito, el apóstol Pedro estaba huyendo de Roma a causa de las persecuciones impuestas por el emperador Nerón y, precisamente en este lugar, se le apareció Jesús. Pedro le preguntó, precisamente: «Domine, quo vadis?» («Señor, ¿a dónde vas?»). La respuesta lo incitó a no desistir y a volver atrás para afrontar su martirio en nombre de la Iglesia que él mismo había fundado.
Unos pasos más adelante, a la altura de un pequeño edículo circular conocido como la capilla del cardenal Reginald Pole, gira a la izquierda tomando Via della Caffarella, en dirección al cenotafio de Ania Regila. Varios estudiosos afirman que Herodes Ático, filósofo y literato, hizo erigir este cenotafio en memoria de su esposa, fallecida en el año 160 d. C.: es uno de los muchos y espléndidos monumentos funerarios dispersos en la exuberante vegetación que rodea el paisaje de la antigua vía Apia.
Catacumbas de Domitila
Hablando de tumbas milenarias, la antigua vía Apia alberga uno de los complejos funerarios paleocristianos más conocidos del mundo. A diferencia de las religiones paganas, que ordenaban la cremación de los difuntos, el cristianismo impuso la práctica de enterrar los cuerpos para preservarlos con vistas a su paso a una mejor vida. Es por esta razón que en los suburbios de la ciudad, desde los tiempos de la persecución de los cristianos, se comenzaron a excavar en secreto túneles y salas subterráneas que debían acoger los cuerpos de los fieles.
A lo largo de la Via delle Sette Chiese, ligeramente desplazada hacia el oeste, podrás visitar las catacumbas de Domitila. La mujer que da nombre al complejo era sobrina del emperador Vespasiano y fue la primera propietaria de esta zona agrícola donde, entre los siglos III y V d. C., los miembros de las primeras comunidades cristianas construyeron unos 12 kilómetros de galerías subterráneas. Espléndidos frescos embellecen las paredes de las estancias funerarias; toda una basílica, excavada bajo los pinos romanos, recuerda además la sepultura de los santos Nereo y Aquileo, mártires de las persecuciones ordenadas por el emperador Diocleciano.
Unos pocos pasos te separan del acceso a otro gran complejo funerario, el de las catacumbas de San Calixto. Tras su construcción a finales del siglo II d. C., este complejo fue elegido como cementerio oficial por el decimosexto obispo de Roma, el papa Calixto I. Una inmensa secuencia de criptas y túneles forman la imagen de una verdadera ciudad subterránea, que acogió durante siglos los cuerpos de pontífices y mártires de la primera Iglesia romana.
Mausoleo de las Fosas Ardeatinas
Moviendo las manecillas del reloj varios siglos hacia adelante con respecto al último monumento, a pocos metros de las catacumbas de San Calixto se encuentra el mausoleo de las Fosas Ardeatinas, que rinde homenaje a las víctimas de la masacre de las fosas Ardeatinas.
En este lugar, a lo largo de la vía Ardeatina, se levantaban históricamente algunas canteras de materiales volcánicos utilizados con fines constructivos, conocidas como fosas Ardeatinas. Durante la ocupación alemana de Roma, el 24 de marzo de 1944, un grupo de soldados alemanes mató aquí a 335 civiles, escondiendo sus cuerpos dentro de la cantera, en represalia por un atentado del día anterior por parte de los partisanos. Cinco años después del trágico acontecimiento, el 24 de marzo de 1949, se inauguró un solemne mausoleo, en eterna memoria de los mártires romanos.
Lugar de respetuosa conmemoración, el sagrario propone un recorrido expositivo que cuenta la historia de la ocupación alemana, que duró desde septiembre de 1943 hasta junio de 1944.
Basílica y catacumbas de San Sebastián Extramuros
La basílica de San Sebastián Extramuros forma parte del recorrido de las Siete Iglesias, un itinerario devocional de origen medieval que incluye las cuatro basílicas papales mayores de Roma (San Juan de Letrán, San Pedro en el Vaticano , San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor) y tres importantes basílicas menores (San Lorenzo Extramuros, Santa Cruz en Jerusalén y, precisamente, San Sebastián Extramuros).
Por su valor devocional, histórico y artístico, miles de peregrinos y viajeros visitan cada año este complejo religioso en el corazón de la antigua vía Apia, especialmente con ocasión del Jubileo.
Como podrás darte cuenta, es muy común encontrar complejos funerarios milenarios en el subsuelo de la antigua vía Apia: San Sebastián Extramuros no es una excepción y oculta bajo la basílica una impresionante red de catacumbas.
Según la tradición, estas tumbas subterráneas acogieron, entre otros, el cuerpo de san Sebastián en el siglo III d. C. Los huesos del mártir fueron trasladados al Vaticano siglos más tarde, pero la basílica aún conserva su nombre original: en la primera capilla a la derecha se conservan la columna a la que fue atado san Sebastián durante el martirio y una de las flechas que lo atravesaron.
La versión definitiva de la iglesia se remonta a principios del siglo XVII: entre las muchas obras maestras de arte conservadas en San Sebastián Extramuros no podía faltar una obra del escultor Gian Lorenzo Bernini, quizás el mayor intérprete del Barroco romano. Para admirar su Salvator Mundi, basta con buscar entre los nichos de la nave derecha: este poderoso busto de mármol, esculpido en 1679, es el testamento artístico de Bernini.
Complejo de Majencio
Después de varias horas dedicadas a las milenarias catacumbas paleocristianas y a la tradición católica romana, culminamos el itinerario ante dos espléndidos ejemplos de arqueología antigua inmersos en el verde cegador del parque regional de Appia Antica.
En una época de suntuosas pompas y gastos públicos sin criterio, Marco Aurelio Valerio Majencio, emperador del 306 al 312 d. C., mandó construir un gran complejo que hoy es un área arqueológica visitable. El complejo de Majencio incluía un palacio residencial, un cenotafio para los miembros de la familia imperial y un circo con capacidad para 10 000 espectadores; en el centro del circo destacaba un obelisco egipcio, situado en la actualidad en Piazza Navona, en el centro histórico de Roma.
Mucho más antiguo en cuanto a su datación es el cercano mausoleo de Cecilia Metela, que se remonta a la época republicana romana (siglo I a. C.). Cecilia era hija de Metelo, tribuno de la plebe en la época de la guerra civil entre Pompeyo y Julio César, y fue dada en matrimonio al general Craso. Sobre los cimientos cuadrados originales del mausoleo descansa una imponente estructura cilíndrica; a principios del siglo XIV, la poderosa familia aristocrática de los Caetani tomó posesión de los restos de la antigua tumba de Cecilia Metela, incorporándolos a la construcción de una pequeña fortaleza defensiva, hoy conocida como castillo Caetani.