Resumen
En el Concilio de Trento, Pío V decidió construir la Basílica de Santa María de los Ángeles, que se concluyó entre 1569 y 1679. Incorporaba las estructuras del monasterio franciscano, erigido cerca de la Porciúncula, para reconocer la importancia de la orden de los franciscanos minoritas y acoger a los peregrinos que aún hoy acuden allí con motivo de la Indulgencia del Perdón (31 de julio-2 de agosto), prevista originalmente por san Francisco.
La iglesia, diseñada por Galeazzo Alessi y construida por Giacomo Martelli, Giacomo Giorgetti y posiblemente Vignola, tiene tres naves y en el lado derecho se construyó un campanario. Sin embargo, la basílica sufrió graves daños durante el terremoto de 1832, por lo que Luigi Poletti la reconstruyó, con la misma forma, entre 1836 y 1840. Por su parte, la fachada se levantó en 1925-30 y en la parte superior se colocó una estatua de la Virgen de los Ángeles, obra del escultor Colasanti. La disposición actual de la explanada se debe al diseño del arquitecto Nicolosi de los años 50.
El interior de la basílica se caracteriza por las capillas laterales, decoradas con una colección orgánica de pinturas umbras de finales del siglo XVI y principios del XVII.
Destacan la Capilla de la Porciúncula, construida en los siglos X-XI y dedicada a santa María de los Ángeles o santa María de la Porciúncula, y la Capilla del Tránsito, donde murió san Francisco el 3 de octubre de 1226. La primera está decorada con un fresco de Friedrich Overbeck, de Lübeck, que representa cómo «San Francisco implora a Jesús y a María la concesión de la Indulgencia del Perdón», mientras que la segunda está decorada con frescos de Domenico Bruschi y dello Spagna. En el interior de la Capilla del Tránsito también hay una estatua de terracota vidriada de Andrea della Robbia.
Desde la sacristía se accede a la rosaleda, un pequeño jardín plantado exclusivamente con rosas sin espinas. Junto a ella se encuentra la Capilla de la Rosaleda (1518), compuesta por tres salas decoradas con frescos de Tiberio d'Assisi, quien también pintó los frescos murales del Oratorio de San Buenaventura (1506).
Finalmente, a la salida, podemos ver el claustro del siglo XV y lo que queda del convento de la época de san Bernardino de Siena (siglo XV).
