La isla de Asinara: la larga historia de un lugar mágico
Los romanos la llamaron isla de Hércules antes de que se convirtiera en una tierra en disputa entre las repúblicas marítimas de Pisa y Génova, para acabar cayendo más tarde bajo el dominio de la Casa de Saboya, con la que fue lugar de confinamiento, lazareto y prisión.
La isla de Asinara ha vivido una larga y problemática historia, pero casi un siglo de aislamiento la ha convertido en un paraíso natural aún virgen.
Hoy en día es un área marina protegida que se puede explorar a pie, en bicicleta o en barco, donde podrás descubrir la costa occidental, más salvaje y rocosa, y la costa oriental, con costas bajas y fondos arenosos.
La isla de los burros
Según la leyenda, Hércules agarró el extremo de Cerdeña con su poderosa mano y arrancó la isla del continente, por lo que se llamó Herculis Insula. Posteriormente, recibió el nombre de Sinuaria por la riqueza de los golfos y las calas que salpican sus 110 km de costa. Asinara es quizás una distorsión del nombre latino o tal vez se refiere a los asnos blancos que la habitan desde tiempos inmemoriales y que aún viven en libertad en la isla.
Una historia que comienza en el Neolítico
En la zona de Campu Perdu, al norte de la isla, se encuentra una «domus de janas», testimonio de que estos lugares estaban habitados desde el Neolítico. En cambio, de la época romana quedan algunos restos de naufragios encontrados en el mar. Uno todavía se puede ver a pocos metros del muelle de Cala Reale.
Con el tiempo, la isla tuvo que lidiar con las incursiones árabes, y más adelante con las escaramuzas entre Pisa y Génova por la supremacía en el Mediterráneo. Fue la familia de origen ligur de los Malaspina la que construyó el Castellaccio, que domina desde lo alto todo el golfo. Cerca de allí atracaba el pirata Barbarroja para esconderse entre un pillaje y otro.
En 1885, Asinara se convirtió en una colonia penal y los habitantes de la isla tuvieron que irse. Muchos de ellos fundaron Stintino, que entonces se llamaba Cala Savoia. Desde entonces, la isla permaneció inaccesible durante más de un siglo. Hubo que esperar a 1998, cuando se cerró la prisión de máxima seguridad, para que se reabriera a las visitas.
Las playas más bonitas de Asinara
Al ser una reserva protegida, no todas las playas de la isla son accesibles. Solo se pueden admirar desde lejos Cala Sant'Andrea y Cala d'Arena. Aquí ponían sus huevos las tortugas «Caretta caretta». En cambio, a Cala Sabina se puede llegar a través de un antiguo camino de herradura. Se llega en 30 minutos desde Cala d'Oliva.
En los alrededores de Cala d'Oliva, se encuentran también Cala Murichessa y Cala Giardino. Y no te pierdas Cala di Sgombro, en el punto más estrecho de la isla: por un lado, da a un escarpado acantilado sobre el mar embravecido y, por el otro, a un fondo arenoso con un mar muy tranquilo.
A pie, en bicicleta, en todoterreno... ¡o nadando!
La mejor manera de sumergirse en la naturaleza salvaje del parque nacional de Asinara es recorrerlo a pie. Pero ojo con el sol: casi nunca hay sombra. Lleva también suficiente agua, ya que en la isla solo hay dos bares.
En Cala Reale se pueden alquilar bicicletas y coches eléctricos, veleros y canoas. O reservar una visita en todoterreno con la compañía de los guías medioambientales y geomarinos. Solo así se pueden visitar algunas zonas de la isla, como Cala Trabuccato y Punta Scorno.
La visita a Asinara no estará completa sin un chapuzón en sus aguas cristalinas. No solo para disfrutar de un baño refrescante en el agua, que va del azul al verde, sino también para observar los maravillosos fondos marinos poblados por innumerables criaturas: un paraíso para hacer esnórquel. Durante una ruta en barco, es fácil ver delfines y, a veces, incluso tortugas marinas.
No solo naturaleza: qué más se puede visitar
Aunque aquí es la naturaleza la que predomina, hay muchos rastros humanos por descubrir en la isla. Además de la neolítica «domus de janas» de Campu Perdu y las ruinas de Castellaccio, a lo largo de la costa hay varias torres de vigilancia construidas en el siglo XVI.
De 1936 data el osario construido para albergar los restos de miles de prisioneros austrohúngaros durante la Primera Guerra Mundial.
En Cala Reale también se encuentra el Palacio Real, antigua residencia de verano de los Saboya.
En Fornelli, por su parte, se puede visitar la antigua cárcel.