Lago de Garda
La ciclovía del Adigio, que transcurre desde el lago de Garda hasta Verona, coincide con el trazado histórico de la calzada romana Claudia Augusta, que serpentea por una zona dominada por paredes rocosas, campos de manzanos, viñedos y olivares, y ciudades plenas de arte.
En dirección a Verona, vuestra mirada se detendrá en la Valpolicella, tierra donde se produce el vino homónimo. Os encontraréis los pueblos de Pescantina y Bussolengo, importantes puertos fluviales en el pasado, y luego, pasando por Chievo, llegaréis a Verona, famosa en todo el mundo por su Circo Romano, los palacios de la familia Della Scala y la romántica historia de amor entre Romeo y Julieta.
Verona
Llegado a este punto podréis montar en un crucero desde Riva del Garda hasta Peschiera del Garda, siguiendo en bicicleta el curso del río Mincio hasta Salionze, y luego desviaros hacia Verona, atravesando las colinas de una morrena. También podéis llegar al lago siguiendo las ciclovías señalizadas, que parten directamente de la pista del Adigio.
En Rivoli Veronese, a los pies del monte Baldo, seguid la Riviera de los Olivos, con sus impresionantes vistas sobre el lago, luego llegaréis a los pueblos de Garda y Bardolino, para volver hacia Verona, siguiendo las indicaciones hacia Pastrengo y Calmasino, pedaleando por la ciclovía del Adigio con total seguridad.
Vicenza
En esta fase saldréis de la casa de Julieta para dirigiros hacia el sur, donde el Adigio se extiende por la llanura. Llegaréis a la ciudad longobarda de Soave, rodeada de murallas y viñedos: para los amantes del vino, supone una parada obligada entrar en una de las numerosas bodegas o en una taberna para degustar el vino blanco del mismo nombre. Una vez que hayáis pasado por Montebello, no os distraigáis demasiado en el castillo della Bellaguardia y el castillo de la villa, que destacarán enfrente de vosotros.
Vicenza está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, primero hay que hacer un esfuerzo de subida, a 200 metros de altitud, esfuerzo que se ve recompensado con la panorámica de la entrada a Vicenza desde la cima del Monte Berico: ¡impresionante! Desde allí la ciudad se ve en su totalidad cerca del Santuario, desde donde parece agruparse en torno a la basílica palladiana. El encanto continúa una vez estéis en el centro histórico, con sus plazas, los palacios, las iglesias y el Teatro Olímpico.
Padua
Gracias a la ciclovía de la Riviera Berica Casarotto llegaremos a la obra maestra de Palladio, Villa Capra Valmarana, “la Rotonda”, que saluda a los visitantes de Vicenza desde lo alto de una colina. La ruta continúa hacia Longare, situada a los pies de las colinas de Berici.
Luego, siguiendo el río Bacchiglione, encontraréis el pueblo de Santa Maria di Veggiano, con sus rústicos edificios y su poético paisaje agrícola, después Cervarese Santa Croce, desde donde, cruzando el río, llegaréis al castillo de San Martino della Vanezza, y finalmente, ahí tenéis a Padua. Estaréis en Prato della Valle, una de las plazas más grandes de Italia, el salón de la ciudad.
Venecia
¿Qué ver antes de dejar la ciudad del santo? El dilema es difícil, ya que los siguientes lugares son destinos imprescindibles: el antiguo mercado de frutas y verduras de la Plaza delle Erbe y la Plaza della Frutta, el Palacio del Bo (sede de la antigua Universidad), la basílica de S. Antonio y la capilla Scrovegni con los frescos de Giotto.
Tras pasar por la Puerta de Todos los Santos, en el barrio universitario de Portello, se pasa primero por el canal de Piovego y luego por el de Brenta, vías navegables de la famosa Riviera del Brenta. Ahora, deteneos un momento: estáis recorriendo en dos ruedas las mismas rutas que recorrieron los viajeros de siglos pasados. Aprovechad para admirar la Villa Pisani en Stra, el centro de Dolo y la Villa Foscari de Palladio, conocida como "la Malcontenta".
Una vez en Mestre, es aconsejable ir a Venecia en tren o en transporte público: la ciudad de la laguna, con sus calles y campielli (plazoletas), dificulta bastante los desplazamientos sobre dos ruedas. Por ello, es aconsejable dejar la bicicleta en un aparcamiento vigilado, por ejemplo cerca de la estación, y disfrutar al máximo de sus maravillas paseando por sus calles.