El paso del Gran San Bernardo: tras las huellas de los peregrinos
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La primera etapa de la Vía Francígena italiana desde el paso del Gran San Bernardo hasta Aosta atraviesa un valle de vistas impresionantes, con encantadores pueblos de montaña y numerosos monumentos que atestiguan el paso de peregrinos y comerciantes. En la actualidad, el valle es el destino de los amantes del esquí de travesía y de la auténtica montaña, lejos de las multitudes.
El puerto del Gran San Bernardo y los perros de rescate
Por su importancia, el puerto del Gran San Bernardo (2473 m) siempre ha sido un lugar sagrado: los romanos veneraban aquí a Júpiter Penino, protector de los caminantes, mientras que, en la Edad Media, San Bernardo de Mentón construyó un monasterio para alojar a los peregrinos que se dirigían o regresaban de Roma.
Hoy en día, el imponente monasterio, que fue ampliado hasta su forma actual en el siglo XIX, está situado en territorio suizo y sigue siendo un lugar de acogida para los que están de paso. El monasterio tiene un museo dedicado a la historia del paso, al entorno natural del valle y a los perros San Bernardo. Estos perros originarios de Asia Central son criados en el paso del Gran San Bernardo desde 1650 como perros de guardia y de rescate en caso de avalancha y deben su nombre a esta colina sagrada.
De Saint-Rhémy-en-Bosses a Gignod
Descendiendo por el valle del Gran San Bernardo en dirección a Aosta, el primer pueblo que nos encontramos es Saint-Rhémy-en-Bosses, un lugar habitado desde el Neolítico en una zona transitada desde tiempos inmemoriales. En época romana se convirtió en una mansio, es decir, un lugar de descanso equipado para el intercambio de caballos, donde había una posada y lo necesario para hacer frente al viaje. Los Saboya, señores de la zona, concedieron en el siglo X a los habitantes del pueblo y a los vecinos de Etroubles el derecho exclusivo de acompañar a los viajeros de Aosta hasta el paso.
Estos acompañantes llamados marronniers eran guías y portadores (algunos con una bestia de carga y otros a pie): a cambio, tenían el deber de mantener el camino para que el paso siempre fuera transitable y debían alojar a la familia Saboya de forma gratuita.
En los siglos siguientes se les denominó Soldados de los Nevi, y tenían la tarea de realizar actividades de mantenimiento y de rescate, es decir, una especie de protección civil pionera, que permaneció activa hasta 1915.
El siguiente pueblo es Saint-Oyen, donde se encuentra el Château Verdun, un impresionante edificio que ya desde 1137 acogía a los viajeros y que en la actualidad es la casa de vacaciones de la Diócesis de Aosta que, desde hace mil años, acoge a grupos y peregrinos.
El sendero continúa hacia Étroubles, uno de los pueblos más bonitos de Italia por sus casas de piedra, el puente cubierto, sus fuentes y su exposición permanente de arte contemporáneo a cielo abierto A Étroubles, avant toi sont passés… (En Étroubles, antes de ti han pasado...), organizada en colaboración con la Fundación Pierre Gianadda de Martigny, para celebrar la identidad del pueblo como lugar de paso.
En invierno, los modernos marronniers descienden de Saint-Rhémy hacia Étroubles a lo largo de la pista de esquí de fondo de 18 km o bien aprovechan las estaciones de esquí del pequeño distrito de Crévacol, con una ideal exposición al sur.
La última parada es Gignod, a las puertas de Aosta, una ciudad fundada por los romanos, donde podemos visitar una torre medieval de planta cuadrada, que formaba parte de una fortaleza defensiva de la Via Francígena y la preciosa iglesia de Sant'Ilario, que conserva un importante ciclo de frescos del siglo XV.
El encanto de la montaña más salvaje
Una variante del valle del Gran San Bernardo era Valpelline: así lo atestiguan tanto el topónimo (Vallis Poenina era el valle dedicado a Júpiter Poeninus) como las numerosas capillas que salpican su trazado.
En la actualidad, es uno de esos valles sin estaciones de esquí, apenas visitado por el turismo de masas y, por lo tanto, especialmente atractivo para los excursionistas que desean recorrerlo hasta el lago artificial de Place Moulin, un espejo de agua que refleja los numerosos picos que culminan en el Dent D'Herens (4171 m).
Desde el centro del pueblo de Valpelline y a través de una subida escarpada llegamos al valle de Ollomont, un lugar lleno de torrentes y de pequeños lagos, un paso salvaje y remoto, a lo largo del cual muchos antifascistas lograron emigrar a Suiza. Entre ellos también se encontraba Luigi Einaudi, el primer Presidente de la República italiana elegido por el Parlamento.