De Castro a Crotona surcando el mar Jónico
El itinerario a lo largo de la ruta de Eneas parte de la península de Salento, más concretamente de Castro, en la provincia de Lecce, primer lugar en el que desembarcó el príncipe troyano. Son las brisas invocadas en la descripción de Virgilio las que impulsan a Eneas y le permiten vislumbrar un puerto, en el que sobre un promontorio aparece el templo de Minerva. Testigo de los diversos pueblos que llegaron a estas costas, la iglesia de Maria Santissima Annunziata, reconstruida en el periodo normando (1171) sobre una iglesia bizantina anterior, donde a su vez antes hubo un lugar de culto pagano, aún conserva, en la fachada lateral, los restos de la antigua basílica. Antes de zarpar, no dejes de visitar el castillo aragonés, de impronta medieval y planta rectangular, con cuatro torres angulares, foso y puente levadizo, ni el Museo Arqueológico de Castro (MAR), que tiene una sección dedicada al viaje de Eneas, y aprovecha los numerosos locales para degustar los platos típicos de la cocina salentina. El itinerario en barco continúa atravesando el mar Jónico hasta el cabo Colonna, en Calabria, donde en el libro III de la Eneida los refugiados troyanos avistan el santuario de la diosa Lacinia: se trata del templo de Hera, el más famoso de la Magna Grecia, situado en el promontorio de la antigua Crotona.
La antigua ciudad de Kroton acogió, en el 530 a. C., a Pitágoras, el cual fundó una escuela filosófica que pronto se convertiría en un centro cultural de relevancia en toda la Magna Grecia, desde la que impulsó el estudio de la naturaleza con métodos científicos y con un enfoque integrado e integral entre los distintos saberes, hasta el punto de que el biógrafo Jámblico atribuye a Pitágoras el nacimiento de la expresión Magna Graecia para definir el periodo de las colonias griegas en la Italia meridional (aproximadamente siglos VIII-III a. C.).
En época romana entró en decadencia, pero se convirtió en una importante ciudad bizantina y luego lombarda. Su historia sigue a la del sur de Italia, pasando por varias dominaciones que han caracterizado su historia y su estilo artístico.
El Museo Arqueológico Nacional, el Parque Arqueológico del Cabo Colonna y el castillo de Carlos V son solo algunos de los muchos atractivos de este territorio. Además, es imposible renunciar a un paseo por el centro histórico, admirar la monumental fachada neoclásica de la catedral de Santa Maria Assunta y dejarse guiar por los aromas de una cocina especiada que sabe a mar y a tierra y que lleva en sí los ecos de una cultura milenaria.
A lo largo de las costas de Sicilia
Después de dejar atrás Calabria, el viaje continúa tras las huellas del héroe semidiós cantado por Homero como fundador de la ciudad y protagonista del poema de Virgilio, para tras superar el profundo gemido del mar de Escila y Caribdis, bordear la Riviera dei Ciclopi (Riviera de los Cíclopes), junto a las laderas del Etna, y encontrarnos con Catania. Fundada en el 729 a. C., cuenta con una historia milenaria caracterizada por un continuo cruce de culturas que enriquecen su patrimonio histórico, artístico y arquitectónico. Capital del Reino de Sicilia bajo la dinastía aragonesa, vio nacer en 1434 la universidad más antigua de la isla. La continua actividad volcánica del cercano Etna ha causado en varias ocasiones daños a su importante patrimonio cultural, aunque sigue siendo excelente. El centro histórico barroco de la ciudad ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Antes de llegar a Catania, la Riviera dei Ciclopi, llamada así porque se dice que esta zona estaba habitada por los míticos gigantes, ofrece a los navegantes un espectáculo extraordinario y único en el mundo con las vulcanitas, columnas de lava de varios tamaños. La Reserva Natural Orientada La Timpa es un área protegida, en el municipio de Acireale, que deja sin aliento por la belleza de su paisaje. Y Acireale, joya del arte barroco siciliano, es una ciudad por descubrir. Los farallones de Aci Trezza han alimentado leyendas y narraciones en todas las épocas; se cuenta que este pequeño archipiélago rocoso se formó a partir de las rocas que Polifemo, presa de la ira, lanzó contra Ulises, que lo había cegado (episodio del libro IX de la Odisea). En esta fascinante zona marina, rica en encantos naturales y culturales, se desarrolla el encuentro de Eneas con el compañero de batalla de Ulises, Aqueménides, en el canto III del poema de Virgilio. En la aldea de Cannizzaro, en el municipio de Aci Castello, debido a la actividad volcánica a lo largo de los siglos, se han formado las fascinantes cuevas de Ulises. Otra parada que no debes perderte es Siracusa y las obras maestras que esta ciudad muestra con orgullo. Desciende en la isla de Ortigia, corazón de la antigua ciudad con una historia milenaria. Incluida entre las mayores metrópolis de la época clásica, rivalizó durante mucho tiempo con Atenas. En ella nació el ilustre matemático Arquímedes, que luchó en el año 212 a. C. contra los romanos durante el asedio de la ciudad. Fue luego capital del Imperio bizantino y, después de la conquista árabe, se convirtió en un condado lombardo. Los normandos primero y los suevos después la enriquecieron con importantes fortificaciones, entre las que destaca el castillo Maniace, construido por Federico II. Convertida en fortaleza durante la dominación española, la isla de Ortigia se revistió del nuevo estilo barroco tras el devastador terremoto de 1693.
Después de una visita al centro histórico y al museo Tecnoparco de Arquímedes, no te puedes ir de la ciudad sin probar la cocina siracusana o sin asistir a un espectáculo en el teatro dei Pupi probando un buen moscatel de Siracusa. Bordeando la vertiente suroeste de la isla, nuestra proa se dirige hacia Drépanon, la actual Trapani. Es aquí donde Eneas recibió asilo dos veces, en este lugar acogedor y hospitalario donde se desarrollan los trágicos acontecimientos relacionados con la muerte de Anquises, y donde se alza, en el interior, concretamente en Erice, el templo de Afrodita.
Surgida como puerto comercial de esta ciudad, Trapani pronto se convirtió en un próspero emporio, especialmente por la comercialización de la sal producida en su territorio. Durante la Edad Media fue uno de los puertos más importantes del Mediterráneo, al proporcionar apoyo a las flotas de las importantes ciudades marineras italianas en su camino hacia las posesiones en África.
Las continuas relaciones comerciales con Oriente y la presencia de las diversas delegaciones extranjeras que vivían en la ciudad enriquecieron la cultura y la cocina de Trapani con lejanos sabores.
«Panelle», «cannoli», «cassatelle» y «cous cous» son solo algunos de los platos típicos de una cultura que habla del sol, de la tierra y del Mediterráneo: sabores que hablan de unión.
El viaje de Eneas a Sicilia, en el relato de Virgilio, concluye, por tanto, en esta zona occidental. De hecho, el Consejo de Europa ha incluido la Ruta de Eneas entre las rutas culturales europeas con estas dos etapas en la isla: Etna/Scogli dei Ciclopi y Trapani/Erice/Segesta.
A través del Tirreno para llegar a Cuma
Es el momento de abandonar Sicilia. Te espera el tramo más largo por mar sin paradas importantes. La primera parada es Palinuro, en la zona de Salerno. Se trata de una encantadora estación balnearia del Cilento, otra etapa vinculada a una historia dramática que los sabios versos de Virgilio evocan con emoción: el joven marinero del barco de Eneas, Palinuro, en una húmeda noche, se deja sorprender por el dios Sueño, que se desliza ligero para llevarle tristes sueños. Sigue hacia el norte y, bordeando la espléndida Costa de Amalfi, con sus limoneros y sus casas encaramadas en las laderas rocosas que descienden a pico sobre un mar turquesa, llegarás a la vista de las escarpadas costas flegreas. El sexto libro de la Eneida, tan central en la estructura del poema, está dedicado exclusivamente a Cuma, al encuentro de Eneas con la Sibila y a su visita al inframundo. Y precisamente Cuma, con los para nada triviales apéndices del Averno y de Miseno, es el destino final de esta etapa.
Fundada alrededor del 750 a. C., fue una de las colonias griegas más antiguas y más alejadas de la patria. Su posición estratégica le garantizó durante mucho tiempo la prosperidad y, al convertirse en aliada de Roma, continuó aumentando su poder. Después de la caída del Imperio Romano cayó bajo el dominio bizantino para luego convertirse en un importante emplazamiento lombardo. Sometida a las continuas incursiones sarracenas, sufrió con el tiempo el abandono, pero sus muros, antiguos y poderosos, todavía nos hablan de la gloria de una ciudad que supo combinar Oriente con Occidente.
Roma
Después de explorar el Parco Archeologico dei Campi Flegrei, con sus 25 emplazamientos, desde el anfiteatro Flavio hasta el Rione Terra, puedes volver a viajar a las islas de Ischia y Procida, pasando por Bacoli. Aquí, si te apetece bucear, puedes hacer un alto en el Parque Sumergido de Baia, un área marina protegida en el golfo de Nápoles, para visitar de cerca y admirar las estructuras romanas similares a las de Pompeya. Continúa hacia el norte a lo largo de Campania hasta Gaeta, una ciudad que sorprende por su pueblo medieval, su sugerente castillo y sus playas de arena dorada. Al pasear por el pueblo, te embriagará el perfume que sale de las cocinas de los restaurantes y de las casas particulares. No se puede visitar Gaeta, en el sur de Lacio, sin saborear los famosos Tielle, unos pasteles rústicos rellenos de verduras o pescado. Después de una parada en Gaeta, al igual que hizo Eneas, puedes continuar en dirección norte hacia la capital. Eneas llegó a Roma, a través de la desembocadura del Tíber, remontando su curso para encontrarse con el rey Evandro en el Palatino, la colina que hoy forma parte del Parque Arqueológico del Coliseo, donde se completa el mito de los orígenes de la Ciudad Eterna.
Información proporcionada por Viaggio Italiano