El castillo aragonés de Ortona: una casa señorial con vistas al mar
Su espectacular ubicación con vistas al mar lo convierte en un lugar de gran encanto.
El castillo aragonés de Ortona, en la provincia de Chieti, se asoma suavemente a la orilla del mar Adriático, frente a la larga Costa dei Trabocchi, con su imponente arquitectura.
Constituye un viaje imprescindible por la historia del siglo XV ligada a la dominación aragonesa de los Abruzos.
Se erigió de nuevo tras un período de decadencia
La maravillosa fortaleza, tal y como la conocemos hoy, se remonta al periodo comprendido entre 1450 y 1470, cuando se reformó, transformando edificios anteriores de origen medieval. Debía proteger a Ortona del asalto aragonés, pero fracasó.
Su forma cuadrangular de pleno estilo renacentista fue encargada por Alfonso de Aragón, que quería reconstruir y hacer más estratégica la fortificación en voladizo para proteger el puerto de la ciudad.
Ortona pasó a manos de Margarita de Austria en 1582, que la compró por 54.000 ducados para transformarla en una ciudad moderna y económicamente floreciente. La innovación constructiva se concentró en el centro de la ciudad, dejando casi intacta la fortaleza aragonesa.
El pueblo fue gobernado por administraciones locales con poco interés por el destino del castillo, condenándolo a un largo periodo de decadencia. Otros daños a su estructura se remontan al siglo XX: sufrió un bombardeo en 1943 y un derrumbe en 1946. Hoy ha recuperado su antiguo esplendor gracias a una cuidadosa restauración llevada a cabo en la década del 2000.
Una historia animada por una oscura leyenda
Es imposible narrar las vicisitudes del castillo aragonés de Ortona sin mencionar la llamada "Leyenda del retorno". Se cuenta que un rico mercader fue recibido en la corte, conoció a la bella hija del rey y se enamoró perdidamente de ella.
El rey no quería conceder a su hija en matrimonio a un lobo de mar. Para ello, prometió al mercader concederle la mano de su hija sólo si le traía como regalo algo único y extraordinario.
Pasaron varios meses y no hubo rastro del comerciante. La princesa no descansó hasta que el mar tempestuoso, movido por la compasión, la condujo hasta su amado en el fondo del mar. Por la mañana, aparecieron en la playa de Ortona unos frutos nunca vistos. Verdes y redondos, se llamaban cerebros de mono o moro de los Osagi.
Eran el regalo extraordinario para el rey. Aún hoy, en las cercanías del castillo, los pescadores juran que pueden oír los gemidos de la princesa durante las noches de tormenta.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Ortona fue rebautizada por Winston Churchill como El Stalingrado de Italia: atravesada por la Línea Gustav, la fortificación que cortaba la península en dos, con los nazis y fascistas al norte y los ingleses y americanos al sur, fue asaltada y bombardeada durante unos seis meses.
Muebles de época, museos y rutas evocadoras
La visita al señorío aragonés de Ortona tiene su propio encanto: en una de sus torres se puede visitar un pequeño pero encantador museo con cuadros y muebles de época que pertenecieron a las familias nobles que lo habitaron a lo largo de los siglos.
Los ciclistas y aficionados al senderismo pueden disfrutar de una cómoda ruta desde el castillo hasta la ciclovía que recorre la costa de Ortona.