Entre pueblos medievales y colinas encantadas: en bicicleta por los senderos de las Strade Bianche
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Es una ruta amada por los ciclistas profesionales (incluyendo muchos grandes nombres), pero también por aquellos a los que simplemente les gusta ir en bici. A esta ruta no le falta ningún ingrediente. No hay grandes subidas, pero sí sprints, especialmente en los 63 kilómetros de caminos de grava blanca divididos en 11 sectores, que son el ADN de la carrera. El fondo está bien cuidado, pero las vibraciones que suben del suelo a los brazos recuerdan la fatiga del ciclismo antiguo, ajeno al asfalto y a sus fáciles promesas de gloria. Sin embargo, el contexto vale la pena. Una mezcla de arte, cultura y excelencia enogastronómica con un único riesgo: hacerte bajar del sillín y disfrutar de un territorio único en el mundo.
Salida de Siena
La ciudad de los 17 barrios, es el ombligo de la competición, en su doble papel de salida (desde la Fortezza Medicea) y de llegada (en la Piazza del Campo). Un destino que de por sí merece un fin de semana largo, ya que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995. La antigua colonia romana, que alcanzó la cima de su esplendor cultural entre finales del siglo XIII y la primera mitad del siglo XIV, ha hecho su magia a lo largo de los siglos: deteniendo el tiempo y manteniendo intacta su alma medieval.
Tierra etrusca
La ruta no permite perderse demasiado en su laberinto de callejuelas empedradas. Unos pocos kilómetros de carretera asfaltada y la ciudad ya queda atrás. Después de 18 km llega el primer camino de tierra, recto y ligeramente cuesta abajo. El verdadero reto se encuentra en el segundo tramo, una larga subida con pendientes superiores al 10 % que lleva directamente al pueblo de Radi, donde comienza el camino de tierra número 3. La siguiente parada es Murlo, un pequeño pueblo con alma rural que esconde un valioso tesoro: el Antiquarium de Poggio Civitate, un importante museo arqueológico dedicado a la cultura etrusca.
Crete Senesi
La siguiente parada es la aldea de Buonconvento, donde convergen el paraíso y el infierno. La subida a Montalcino, la tierra del Brunello, está a la vuelta de la esquina, pero ahora no es el momento de pensar en ello: hay 4 km con pendientes de hasta el 5 %. Es mejor consolarse con el panorama de las Crete Senesi: inmensas extensiones de arcilla que forman sinuosas colinas, casi seductoras, pero solo en apariencia. En realidad, estas subidas y bajadas, cultivadas con trigo y salpicadas de hileras de cipreses, esconden algunas subidas muy duras.
San Quirico d'Orcia y Bagno Vignoni
Hay poco tiempo para recuperar el aliento. Una vez pasado el pueblo de Torrenieri, llegan el quinto y la sexto camino de tierra, intercalados con apenas un kilómetro de asfalto. Estamos en Val d'Orcia, patrimonio de la Unesco desde 2004, la tierra que a lo largo de los siglos ha hechizado a fotógrafos y directores, papas y pintores renacentistas, turistas y corazones solitarios. Merece la pena volver al día siguiente para visitar San Quirico d'Orcia, el pueblo medieval de la Via Francigena y, sobre todo, la aldea de Bagno Vignoni, un pequeño balneario cuyo manantial, a 1000 metros de profundidad, alimenta una piscina construida en el siglo XVI, alrededor de la cual se encuentra la plaza del pueblo. Puedes estar tranquilo: aquí no se permite bucear.
El encanto de Pienza
Puedes soñar con el poder curativo de esas aguas o disfrutar del paisaje de película en el que pedaleas. Son los campos de trigo que abrazan Pienza, una joya renacentista construida por su ciudadano más famoso, el Papa Pío II. Ciudad del pecorino y del romanticismo (según Giovanni Pascoli: «Nata da un sogno d’amore ed un pensiero di bellezza», nacida de un sueño de amor y de un pensamiento de belleza), pero también un plató de cine: el director Ridley Scott rodó aquí la película Gladiator. Unos segundos para recordar esas escenas y volvemos a concentrarnos en los pedales. A la altura de San Martino, en Grania, comienza la pista off-road número 7: un tramo técnico con varias subidas y bajadas y una subida final con curvas que lleva de nuevo al asfalto. Pero el siguiente tramo, en Asciano, es el más exigente del recorrido: 11,5 km de subidas y bajadas que ponen a prueba las piernas y los pulmones.
Llegada a Piazza del Campo
En comparación, los tres últimos tramos en dirección a Siena son simples paseos. A 900 metros de la meta se pasa por la Porta di Fontebranda, donde comienza la carretera asfaltada, con pendientes de hasta el 16 %. Se necesita un agarre fuerte y un corazón preparado para el último suspiro: la meta está en el Campo, como llaman los sieneses a la famosa plaza en forma de concha donde siempre ha palpitado la vida de la ciudad. La Torre del Mangia, anexa al Palazzo Pubblico y que merece la pena visitar, vigila desde sus 88 metros.
Editado por la redacción de RCS Sport