Resumen
La biblioteca se denomina «Angelica» porque Angelo (Rocca) era cómo se llamaba su fundador, un sabio obispo agustino, pero también podría definirse como angélica «per se». La Biblioteca Angelica de Roma, instalada en el antiguo convento anexo a la basílica de San Agustín en Campo Marzio, es, de hecho, un lugar mágico para quienes adoran los manuscritos y los códigos antiguos y para cualquier estudioso interesado en el pensamiento agustino o en la relación entre la Iglesia y la reforma protestante, los dos temas que más caracterizan sus colecciones. También es un punto de referencia para la historia de la biblioteconomía: Angelo Rocca quiso que estuviera abierta a todo el mundo, sin límites de estado ni de censo, ya en 1604. Esta fecha la convierte quizás en la primera biblioteca «pública» de Europa, o al menos en una de las tres primeras, junto con la Ambrosiana de Milán y la Bodleiana de Oxford. La colección incluye más de 2500 manuscritos, 1100 incunables y 10 000 grabados y mapas geográficos, y 100 000 volúmenes editados desde el siglo XV hasta el XIX, así como muchos libros modernos, aunque también es extraordinaria por otra razón.
De hecho, incluso en la época de la Inquisición, una dispensa particular permitía a esta institución tener libros prohibidos y de autores no católicos. A ellos se añadió en el siglo XVIII la rica colección del cardenal Domenico Passionei, bibliófilo y diplomático pontificio que había vivido en países reformados. Para acoger sus libros, la biblioteca se amplió con un encargo al gran arquitecto Luigi Vanvitelli, quien diseñó el salón monumental de la primera planta, terminado en 1765. Desde 1940, en el mismo complejo también se encuentra la gloriosa Academia Literaria de la Arcadia. Se puede acceder a ella para hacer consultas (y para echar un vistazo rápido si se le pedimos a los guardianes que tengan la cortesía de dejarnos pasar).
