En Maratea, mar y poesía
El itinerario comienza en Diamante, Calabria, el paraíso del buceo en el que se celebra cada año en septiembre el Festival de la Guindilla. Es, por supuesto, uno de los ingredientes que nunca falta en la sabrosa cocina local: tómatelo con calma si quieres afrontar el resto de la ruta, que avanza tranquilamente por una costa pintoresca durante poco tiempo, hasta entrar en Basilicata. Pasamos por Castrocucco, la aldea famosa por su Spiaggia della Secca, una larga extensión de arena con un islote verde, U Tuppu, enfrente, dominado por un impresionante castillo medieval, al que se llega por un pequeño camino cortado en la montaña. Pero la reina de este litoral rico en cuevas y barrancos es Maratea, la ciudad de las 44 iglesias (entre ellas muchas ermitas, edículos, monasterios) y casas blancas. Elegante, preciosa, romántica. ¿Necesitas algo más para convencerte de que dejes de hacerlo? La posibilidad de una excursión al Cristo Redentor, la estatua de 21 metros de altura en el monte San Biagio, desde donde se puede admirar el Golfo de Policastro. O una excursión a la Cueva de las Maravillas, la más pequeña de Italia, de la que cuelgan estalactitas como hilos.
En los Apeninos lucanos, sudor y autenticidad
Siguiendo la ruta, el camino se pone difícil. Frente a ti, los Apeninos lucanos, majestuosos y aparentemente impenetrables. Comenzamos con el Passo della Colla, a 594 metros de altitud, para calentar los músculos. Descendiendo la cumbre, se llega al pueblo de Trecchina, en un espolón rocoso enclavado entre las montañas. Para estirar las piernas, puedes bajarte del sillín y pasear por las estrechas calles, contemplando los arcos y balcones cubiertos de geranios y menta. Ahora te espera una subida mucho más dura, el ascenso al Monte Sirino, uno de los principales picos de los Apeninos del Sur, que tiene pendientes del 9 %. El descenso a través de valles cubiertos de viñedos te lleva a Viggiano, una ciudad dedicada a la espiritualidad (debido al culto a la Virgen Negra) y a la música: sus músicos ambulantes son famosos. Último esfuerzo, el más duro, con la subida a la Montagna Grande di Viggiano: no es muy larga, pero tiene picos de pendiente del 16-17 por ciento. Se llega a Calvello, patria de las castañas y de la cerámica, el arte traído en 1200 por los monjes benedictinos, que te devolverán todo el esfuerzo: son pueblos como estos los que guardan el alma profunda de Basilicata.
En Potenza, historia y gastronomía
El itinerario continúa con la nariz hacia arriba. Te espera la subida de La Sellata, de apenas 10 kilómetros, con una pendiente media del 5-6 por ciento y un par de tramos al 14 por ciento. El descenso, a través de curvas cerradas que bordean la montaña, conduce directamente a Potenza, la capital de Basilicata situada en la cresta de los Apeninos al norte de los Dolomitas lucanos. Una ciudad dividida en dos. Arriba, la colina la parte antigua: una maraña de callejones, pequeñas plazas, pequeñas puertas. Al pie de los barrios más modernos. Hay dos cosas que no pueden faltar. Primero: una visita al Palacio Loffredo, uno de los más antiguos de la ciudad (data de 1600), habitado durante siglos por la nobleza de Potenza y que ahora alberga la Galería Cívica de Potenza y el Museo Arqueológico Nacional de Basilicata. Segundo: una pasta con pimientos cruschi. Una cena de las que no se olvidan.