Cala Jannita
Cala Jannita: arena negra y bandera azul
Con un telón de fondo de acantilados y afloramientos rocosos encontramos una larga orilla de arena negra: se trata de la pintoresca cala Jannita, donde la arena oscura crea un contraste espectacular con las aguas claras de este tramo de Basilicata con vistas al mar Tirreno.
Playa emblemática de Maratea, ha recibido varias veces la prestigiosa Bandera Azul de la Fundación para la Educación Ambiental.
A todo color
Nos encontramos al norte de Punta della Matrella, en San Giuseppe, muy cerca del pueblo de Marina di Maratea. En el largo litoral de cala Jannita la arena es muy oscura, compuesta por una mezcla de pequeños guijarros, tan oscura como las paredes de roca que la abrazan.
Por ello, también se llama Spiaggia Nera (Playa Negra), la denominación que encontrarás con mayor frecuencia en las señales de tráfico.
Este cuadro de tonos oscuros resalta la claridad del mar azul, el fondo transparente y el verde de las manchas de vegetación mediterránea, en un extraordinario vistazo. La Playa Negra cuenta con todas las comodidades que ofrecen los clubes de playa y permite disfrutar de un día de relax cómodamente en las tumbonas. Para llegar a cala Jannita, hay que seguir un bonito sendero rodeado de densa vegetación, que desemboca en una escalera.
La cueva encantada
Junto a cala Jannita se encuentra la cueva de la Sciabella, que lleva el nombre de una leyenda muy popular entre los residentes. Cuenta la leyenda que Sciabella (o Isabella), era una mujer que acudía aquí a entretenerse en secreto con sus amantes, pero cuando su marido se enteró, no dudó en matarla arrojándola desde la pequeña cavidad del techo. El interior de la cueva encierra una pequeña y encantadora playa.
Hacia el sur encontramos la cueva de la Tortuga, llamada así porque su forma se asemeja a la del animal. Una manera divertida de explorar el conjunto de cuevas alrededor de Cala Jannita es en canoa, que se puede alquilar en las playas. En la zona, también se ofrecen excursiones en barco o kayak.
Los secretos de las profundidades
En el mar de cala Jannita se alza el islote de Santo Janni, llamado así por la presencia de una capilla dedicada a San Juan. Santo Janni, junto con la isla aún más pequeña llamada La Matrella y las rocas que la rodean, constituye el archipiélago de las islas itacenses de Maratea. Los fondos alrededor del islote custodian tesoros ligados a la historia de la región. Muchos de estos artefactos, extraídos del mar, pueden verse en el Museo de Arqueología Subacuática del Palacio de Lieto de Maratea.
Naturaleza prístina
Al norte de cala Jannita encontramos el Parque Natural de Illicini, un pedacito de naturaleza exuberante y virgen que desemboca en el mar. Este territorio, que también incluye una magnífica ensenada, exhibe una exuberante vegetación mediterránea, entre mirtos y lentiscos, pinos y encinas, en latín ilex, árboles que dan nombre al lugar.
El parque alberga otra playa encantadora, la playa Illicini de arena y guijarros encerrada en una cuenca verde. También desde aquí podemos admirar el islote de Santo Janni. El fondo marino es poco profundo en este punto y los arrecifes que rodean la playa forman una barrera que crean una encantadora piscina natural.
Una costa divina
Todo el tramo de la costa de Maratea reserva atractivas sorpresas y una variedad de escenarios.
Sus 32 kilómetros son de una belleza salvaje, hasta el punto que Maratea se ha ganado diversos nombres halagadores a lo largo de los siglos, desde “perla del Tirreno” hasta “diosa del mar”, como la apodaron los antiguos griegos. Es una sucesión de acantilados escarpados, cabos abruptos, arenales, playas de guijarros y pequeñas calas encantadas, algunos accesibles solo por mar.
Más hacia el interior, alejándonos del mar, que seguiremos viendo desde arriba, podemos ascender hacia el monte San Biagio presidido por la famosa Estatua del Redentor, donde nos encontraremos rodeados de retamas, acianos, orquídeas y prímulas.
La aldea histórica
Merece la pena visitar Maratea, el único pueblo de Basilicata con vistas al mar Tirreno desde el promontorio donde se posa. Es agradable adentrarse en el centro histórico con su trazado medieval y perderse en las subidas y bajadas de callejones estrechos, callecitas pavimentadas con antiguas piedras y escalones. También resulta interesante visitar algunas de las 44 iglesias, a destacar, la Iglesia de Santa Maria Maggiore y la de la Annunziata.
No olvides contemplar el amplio panorama de la costa desde el mirador Piedra del Sol. El complejo laberinto converge en la plaza Buraglia, corazón del pueblo, el lugar idóneo para saborear un excelente café o regalarse un aperitivo en las horas doradas del atardecer.