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Isla de Montecristo

Resumen

La isla salvaje, cuna de santos y leyendas

Salvaje, prohibida, legendaria. La isla de Montecristo es la más protegida e intacta de todo el archipiélago toscano, hasta el punto de que solo un número limitado de personas tiene acceso a ella y están prohibidas todas las formas de baño, pesca y navegación cerca de la costa. Esto se debe a que varias especies animales eligen las aguas que rodean la isla como hábitat natural, entre ellas el rarísimo zifio. Si tienes suerte, podrás avistar ballenas y otros cetáceos.

Para visitar el interior de la isla, equípate con ropa y calzado cómodos: los senderos son bastante exigentes y no encontrarás servicios por el camino. Toda la isla está dominada por el silencio y la naturaleza virgen. Las únicas huellas de paso humano son los restos del monasterio de San Mamiliano y los exvotos encontrados en la gruta del santo.

Al visitar la isla de Montecristo, respirarás una atmósfera suspendida que ha inspirado mitos y leyendas. Como la de San Mamiliano que, hecho prisionero y vendido como esclavo en el siglo V, se dice que escapó en un barco pirata. Tras convertir a los piratas al cristianismo, llegaría a Oglasa, antiguo nombre de Montecristo, donde derrotaría al dragón que obligaba a que los habitantes viviesen aterrorizados. El santo pasaría el resto de su existencia en una cueva donde, más tarde, unos monjes esconderían un tesoro en un intento de protegerlo de Dragut el Corsario. Del tesoro se habla también en la novela de Alejandro Dumas El conde de Montecristo, que dio fama a la isla en todo el mundo.

Isla de Montecristo

Isla de Montecristo, Italia

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