La Bahía de San Fruttuoso entre la naturaleza, el mar y lo religioso
Es una pequeña playa de guijarros blancos dominada por una antigua abadía y alrededor el denso maquis mediterráneo de Liguria. Estamos entre Camogli y Portofino, en la Riviera de Levante. Las aguas de color verde esmeralda reflejan la vegetación entre los acantilados. La bahía de San Fruttuoso está escondida en un lugar impenetrable, lo que le ha permitido conservar su belleza prístina.
Una joya entre las montañas de Liguria
Se suele llegar a la bahía de San Fruttuoso en barco, llegando desde lugares cercanos o desde Génova. La vista de la cala es maravillosa. El agua es cristalina, deja entrever los guijarros y chapotea suavemente contra la orilla. El verdor que hay detrás brilla, y la abadía añade una atmósfera sagrada y solemne a un santuario de la naturaleza. Estamos en el Parque Natural Regional de Portofino, en una zona marina protegida. Aquí podrás alquilar tumbonas y sombrillas mientras permaneces en la playa, o caminar por las rocas cercanas y quedarte fuera. Lánzate al agua o prepárate para hacer snorkeling.
Los placeres de la mesa y una estancia especial
Hay un pequeño bar encaramado a las rocas, donde un aperitivo al atardecer se convierte en toda una experiencia. También hay un restaurante que sirve comidas y cenas, justo al lado de la iglesia. Las mesas con vistas al mar multiplican el placer de comerse un plato de trofie al pesto, la receta más famosa de la región, o de espaguetis con marisco. Hay unas pocas habitaciones que ofrecen alojamiento durante unas cuantas noches, de mayo a octubre.
La abadía y el monasterio
Su difícil acceso, así como la presencia de un manantial de agua dulce, hicieron que el lugar fuera seleccionado para fundar un edificio religioso en el siglo VIII. La iglesia y el monasterio han sufrido vicisitudes y una serie de restauraciones desde entonces y ahora son propiedad del FAI, el Fondo Italiano para el Medio Ambiente. Merece la pena visitar el complejo, especialmente el claustro y las tumbas de la familia Doria, un poderoso linaje genovés; detente también a contemplar los hallazgos arqueológicos para luego dar un paseo por el pequeño pueblo. No encontrarás tiendas ni boutiques, sólo un puñado de casas con un ambiente auténtico.
Una estatua anclada en el fondo del mar
El mar de la bahía de San Fruttuoso esconde una sorpresa en las profundidades: es el Cristo del Abismo. A 300 metros de la playa y a 15 metros de profundidad, la estatua fue colocada, o más bien hundida, en 1954. De 2,50 metros de altura y obra del escultor Guido Galletti, representa a Cristo con los brazos hacia arriba. La inmersión para admirarla de cerca también es apta para buceadores de experiencia media, dada la escasa profundidad, pero sólo puede llevarse a cabo con guías certificados.
Si eres un nadador experimentado, también puedes nadar hasta allí, pero debes prestar mucha atención a los barcos que surcan el mar. El agua es cristalina y la visión es clara incluso desde la superficie.
¿Una alternativa? Llegar a las inmediaciones de la obra escultórica en kayak o surf de pala.
Senderismo panorámico
También puedes llegar a la bahía de San Fruttuoso por numerosos caminos, partiendo de San Rocco o Portofino, en unas dos horas. Pero como te enamorarás del paisaje, entre montañas y mar, luego vas a seguir queriendo explorar.
Nos encontramos en el Parque de Portofino, una zona protegida con 80 kilómetros de senderos, ideales para realizar fantásticos paseos por la naturaleza. A medida que la costa se abre ante ti desde lo alto, revelando la intrincada geografía de golfos, ensenadas, bahías, puertos y promontorios, caminarás entre castaños y olivos, bosques de pinos y encinas, huertos y arboledas de cítricos. Paso a paso, respirarás el aire puro y el aroma del brezo, el madroño, el lentisco, la euforbia y el mirto. Es probable que encuentres erizos y ardillas que viven plácidamente aquí.
Si decides salir de Portofino, detente a visitar todo el pueblo. El pequeño puerto es uno de los más famosos del mundo y está repleto de lujosos yates. Puedes observarlos desde la orilla, sentado en uno de numerosos y elegantes clubes. A continuación, sube a ver las villas escondidas entre la vegetación, son legendarias, y el paseo por el sendero entre los pinos marítimos y los muros de piedra seca es un verdadero placer. También puedes ir andando a Camogli, un típico pueblo costero con casas de colores que dan al precioso, aunque breve, paseo marítimo.