Isla de Elba
Una isla en forma de pez: parece hecha aposta. Elba es un tesoro que merece la pena descubrir en cada rincón y en todas las estaciones, aunque en verano está bastante masificada. Hay playas de ensueño, aguas turquesas, montañas, senderos y el legado napoleónico. A continuación, puedes bañarte en aguas cristalinas, hacer senderismo por el monte Capanne, pasear por las bulliciosas callejuelas de Capoliveri, bucear u observar aves.
A lo largo de la carretera SP 25, que recorre la circunferencia de la isla, se pueden descubrir playas de arena dorada o negra, playas rocosas, calas de guijarros y acantilados de granito. Como suele ocurrir, las más bonitas son las más escondidas y solo se puede llegar a ellas en barco o aventurándose por pendientes bastante pronunciadas. En el extremo norte de la isla, el tranquilo pueblo costero de Cavo cuenta con una de las playas urbanas más bonitas, una extensión primero de arena y luego de guijarros claros. Al oeste de Portoferraio, no te pierdas el cabo Bianco, con guijarros blancos, e, inmediatamente más allá del cabo, la playa de Padulella. Sansone y la Sorgente, separadas por un farallón, se abren al pie de un promontorio con acantilados cortados a pico. Frente a Portoferraio, el «Scoglietto» de Portoferraio es un área marina protegida muy sugerente: en los barrancos rocosos de entre 7 y 25 m de profundidad es fácil encontrar meros, morenas y corvinas.
Tras pasar por Marciana Marina, se llega a Sant'Andrea, con una playa de arena fina y dorada, y la minúscula playa del Cotoncello. A poca distancia del puerto, una inmersión conduce a una profundidad de 64 metros, donde surgen nueve «dolia», grandes recipientes de barro utilizados para transportar alimentos.
Bajando por la costa sur, nos topamos con la playa más famosa y popular de la isla: Fetovaia, rodeada de pinos marítimos y maquis mediterráneo. Enfrente, a unos 400 metros de la orilla, la inmersión en la Secca di Fetovaia lleva a una profundidad de 12 metros, donde nadan congrios, morenas y pargos, mientras que más abajo revela una extensión de gorgonias rojas y bancos de barracudas. Entre Campo nell'Elba y Capoliveri, se encuentran las espléndidas playas de Remaiolo, Ginepro y Calanova, a las que solo se puede llegar después de arduas caminatas por la vertiente oriental del promontorio de Calamita.
Si quieres disfrutar del senderismo, la subida al monte Capanne, de 1017 metros de roca de granito, ofrece un panorama inolvidable que abarca toda la isla, Córcega y Toscana.
Otro motivo que explica el encanto de Elba son las huellas indelebles dejadas por el paso del exiliado Napoleón. Algunos lugares simbólicos de su presencia son las suntuosas villas en las que vivió, adornadas con frescos y muebles de estilo Imperio y con amplios jardines en los que el «Piccolo Corso» disfrutaba de largos momentos de paz y meditación. La villa dei Mulini, en Portoferraio, era la residencia donde recibía las visitas oficiales. En cambio, la villa San Martino estaba destinada a la vida privada. Situada a las afueras del pueblo, está rodeada por un enorme parque y contiene la verdadera joya por la que vale la pena la visita. En ella se encuentra la galería Demidoff, que alberga la delicada estatua de Galatea de Antonio Canova, para la que según la leyenda posó Paulina Bonaparte.
Capraia
Solitaria, volcánica y pedregosa, Capraia es un paraíso para excursionistas, navegantes, buceadores y observadores de aves. Más cerca de Córcega que de Elba, se trata de una isla montañosa que se eleva hasta el monte Castello, de 445 m de altura, con escarpados acantilados sobre el mar. Entre los años 1873 y 1986 constituyó una colonia penal, por lo que estuvo aislada durante mucho tiempo. Además, la escasa viabilidad —solo hay 800 m de carretera desde el núcleo del puerto hasta Capraia Isola— también ha contribuido a preservar sus particularidades naturales e históricas. El interior sigue siendo salvaje y las pocas rutas de senderismo que hay son bastante exigentes.
A bordo de un barco o con un viaje en kayak, se puede admirar un espectáculo encantador de acantilados, pequeñas calas, promontorios con torres y cuevas: Cala Rossa, con sus singulares rocas volcánicas, Cala dello Zurletto, con altos acantilados, y Cala del Reciso, con su arco excavado en la roca. Cala Mortola es la única playa real de la isla, y solo se puede acceder a ella por mar.
Resulta fácil observar aves, sobre todo en primavera, cuando anidan miles de pájaros carpinteros y martines pescadores o hacen escala allí especies que llegan de África hacia destinos europeos. La isla es un punto de parada preferido para la curruca zarcera, la curruca cabecinegra y la oropéndola. También sobrevuelan los altos acantilados gaviotas patiamarillas y de Audouin, gaviotas picofinas y raras especies de aves rapaces como el pigargo europeo.
Isla del Giglio
Nos encontramos en la isla de las costas escarpadas, las gorgonias rojas y los raros corales negros, de los caminos de herradura convertidos en senderos panorámicos y de los viñedos con vistas al mar que nos regalan un vino reconocido por los entendidos. Se trata de la isla de las casas de colores con vistas al puerto de Giglio Porto y a la Rocca Aldobrandesca, que se destaca en la parte superior, en el pueblo medieval de Giglio Castello. No obstante, también encontraremos pequeñas calas transparentes y de arena blanca, a muchas de las cuales solo se puede llegar por mar o a través de senderos rodeados de maquis. Entre las muchas playas, vale la pena esforzarse un poco para llegar a la playa de las Caldane, una pequeña cala salvaje y de arena granítica. Más cómodo resulta llegar a Cala dell'Arenella, estrecha, arenosa y con servicios. Por otro lado, la maravillosa Cala delle Cannelle, al sur de Giglio Porto, está rodeada de colinas de granito y antiguas canteras.
Giannutri
Pequeña, privada y exclusiva, Giannutri tiene solo 20 habitantes, 500 m de ancho y 11 km de circunferencia total. Una media luna de tierra rocosa cubierta de lentisco, enebro y euforbio. Sin asfalto, solo senderos. Un bar y un ultramarinos. Ni hoteles ni pensiones. Si bien fuera del agua el encanto de la isla reside en su carácter salvaje y casi desértico, hay que saber que las profundidades también son seductoras y, por el contrario, están densamente pobladas. Aquí reposan los restos de antiguos barcos y habitan esponjas, corales y gorgonias de colores.
Pianosa
Durante 150 años, Pianosa fue una isla carcelaria. Si bien fue la primera colonia penal agrícola para prisioneros de guerra y antifascistas, desde los años 70 constituyó todo un Alcatraz para brigadistas y, por último, con las masacres de 1992, para mafiosos destinados al régimen penitenciario 41 bis. La superprisión cerró en 1998, por lo que la isla quedó desierta. La condición de aislamiento que ha caracterizado a Pianosa durante un siglo y medio la ha convertido en un área actualmente virgen, un verdadero paraíso de la biodiversidad. El pueblo decimonónico, con edificios desconchados y corroídos por la sal, así como Cala Giovanna, la única playa en la que se permite el baño, son los únicos lugares que se pueden visitar sin el acompañamiento de un guía autorizado.
Sin embargo, no faltan actividades que hacer en Pianosa: bicicleta de montaña, kayak o submarinismo en las aguas cristalinas de Cala dei Turchi (donde desfilan enormes meros, grandes bancos de sargos y doradas, rayas y morenas).