Resumen
Todo en Livorno habla del mar. Su historia, su arquitectura, sus sabores, todo en esta ciudad habla de la estrechisima relación que siempre ha tenido con su mar. La ciudad nació en la segunda mitad del siglo XVI cuando, por estrategias militares y comerciales de los Medici, el pueblo de pescadores construido en torno al Mastio di Matilde di Canossa se transformó en uno de los principales puertos del Mediterráneo, que debía ser custodiado por la Fortezza Vecchia, conectada por vías navegables con la Fortezza Nuova, el corazón de la ciudad. Esta última es una imponente fortificación, desde cuyas alturas siempre se ha vigilado el mar, su comercio y los peligros que podía llevar, y aún hoy este elemento se guarda en su identidad, entre las llamadas de las gaviotas, el viento que huele a salinidad y el sistema de fosos, que llevan el mar hasta el corazón de la ciudad. Entre todos ellos destaca el Fosso reale, antiguamente un sistema de defensa, ahora un lugar donde las pequeñas embarcaciones encuentran refugio, y el ambiente parece ser el del pasado, entre las charlas de los pescadores y la luz que, bailando, se refleja en el agua.
