Basílica de San Francisco

Los orígenes de la basílica se remontan al siglo V, cuando la iglesia estaba dedicada a San Pedro y Rávena era la capital, primero del imperio romano de Occidente, y más tarde de los reinos romanobárbaros de Odoacro y Teodorico, pero desde entonces el edificio ha sufrido varias modificaciones radicales. Los franciscanos llegaron aquí ocho siglos después, en el mismo período en que Dante nació en Florencia. El poeta en el exilio se preocupó mucho por la comunidad de los frailes, hasta el punto de que uno de los claustros del convento es hoy popularmente conocido como el «claustro de Dante» y que la tumba de Dante está prácticamente pegada en el exterior.

La iglesia en sí se reconstruyó en el siglo X, se remodeló a finales del siglo XVIII, se restauró en 1921, sufrió un bombardeo en 1944 y se reconstruyó a continuación. A todo ello han sobrevivido la denominada «urna de Liberio» en el altar mayor, con sus relieves, probablemente aún más antiguos que la iglesia original, y la cripta situada debajo, aunque a su vez restaurada, con sus columnas y sus mosaicos del siglo X; puede verse a través de una ventana, porque, según las crónicas, está inundada.