Asiago, el lugar adecuado para esquiar con gusto

La ciudad de Asiago es la principal de los siete municipios que componen la meseta de Asiago, entre picos cubiertos de bosques y grandes prados para el pastoreo. Ya en 1310, los Sette Comuni se habían unido en uno de los primeros gobiernos autónomos de la historia, con Asiago como capital. Cayó cuando estas tierras quedaron bajo el dominio del Imperio Napoleónico.

Hoy es un paraíso natural que en invierno ofrece una inmensa alfombra nevada de impresionantes paisajes, cascadas de hielo, pistas de descenso, circuitos de esquí de fondo e itinerarios para seguir con raquetas de nieve, sumergiéndote en la naturaleza más bella del Véneto, donde limita con el Trentino.

No es casualidad que esta zona sea considerada un paraíso por los esquiadores de fondo. En febrero, la llanura marcesina acoge la carrera de gran fondo Marciabianca. Pero las pistas que atraviesan la naturaleza virgen y su profundo silencio son muchas y aptas para todo el mundo. Seis centros de esquí de fondo ofrecen una gran variedad de recorridos para perfiles principiantes y avanzados.

Con las pendientes siempre moderadas de sus paisajes, la meseta de Asiago ofrece muchos caminos diferentes para elegir un paseo con raquetas de nieve. La subida al Fuerte Campolongo, uno de los fuertes de la Primera Guerra Mundial, es una de las más clásicas. Desviándose ligeramente de la ruta, se llega al Spitz di Rotzo, con un magnífico panorama sobre Valdastico.

Un paseo muy relajante es el de Malga Pusterle. La ruta comienza después de un pequeño puente sobre el arroyo. Para disfrutar de un panorama de extensiones nevadas a un lado y de bosques al otro, está la ruta que sube desde el refugio de Cima Larici hasta Cima Manderiolo.

La ruta más romántica, sobre todo por la noche a la luz de la luna, es la caminata con raquetas de nieve hasta Fort Verena. Comenzamos en el bosque, pero cuando los árboles quedan atrás, la vista cae sobre Asiago y sus luces brillando abajo. El Rifugio Verena también está abierto por las noches y se puede cenar allí. Pide un plato de tallarines a la liebre. Y una tabla de quesos, por supuesto.

Con su inconfundible sabor, exportado a todo el mundo, se puede degustar aquí mismo, donde se produce desde el año 1000. El queso Asiago D. O. P. puede ser fresco, semicurado, curado o extraviejo, pero siempre está delicioso.

No es el único queso que se produce en la zona, donde los pastos de montaña y una antigua tradición dan lugar a muchas delicias locales. Prueba la tosella, preferiblemente acompañada de polenta y setas.

Otras especialidades que no hay que perderse son el bigoli, la caza y la torta Ortigara, un pastel histórico que se llevaba a los soldados que luchaban en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial. El mejor lugar para disfrutarlo es la pastelería Carli de Asiago. Ya que estás, prueba también su strudel.

Antes de partir, el centro de Asiago, con su catedral de San Mateo, la fuente del Fauno y, a un paso del centro, el estanque de Lumera, merecen una visita. Al final del paseo, haz una parada en el bar y disfruta de un spritz de Vicenza. Aquí se prepara con vino blanco, soda y zumo de limón.