La «pitina», una experiencia enogastronómica única
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Italia es un país con una de las tradiciones enogastronómicas más ricas del mundo. Una dilatadísima historia que ha visto pasar numerosas poblaciones por tierras italianas, dejando signos palpables en el arte, la lengua, la agricultura, las costumbres y, por último, pero no por ello menos importante, en la cocina.
La «pitina»
La economía, esencialmente rural, de nuestra península ha dado vida a excelencias enogastronómicas, reconocidas en todo el mundo, creadas esencialmente para satisfacer las necesidades primarias de una población mayoritariamente campesina: la obtención y el almacenamiento de alimentos.
De esta necesidad nació la pitina. Este plato, de origen campesino, nace para cubrir la necesidad de conservar la carne durante los meses de otoño e invierno en las zonas tradicionalmente pobres de los valles al norte de Pordenone, en Val Tramontina y Val Cellina. El ingrediente básico es una carne magra, de oveja o de caza, endulzada con grasa de cerdo. La carne se trituraba junto con sal, ajo y pimienta negra en la pestadora, un tronco de madera hueco, para luego darle forma de pequeñas albóndigas que se pasaban por la harina de maíz y se dejaban ahumar en el estante del hogar, llamado en dialecto fogher.
En la actualidad, el ahumado se realiza con madera de haya y diferentes maderas aromáticas, y la pitina se cura durante al menos 30 días. Las diferentes especias y tamaños dan vida a variantes que presentan notas de sabor altamente significativas y evocadoras de una tradición campesina, nacida y transmitida por cada familia.
Cómo degustarla
La Pitina IGP se sirve principalmente cruda y en rodajas, pero también se utiliza en la preparación de diferentes platos: se añade al caldo de polenta con enebro y romero, se escalda en vinagre o se cuece a la brasa y se sirve con polenta, se cocina en leche de vaca recién ordeñada o se dora en mantequilla y cebolla y se añade a la sopa de patatas.
La «pitina», por lo tanto, no es solo un simple embutido de origen campesino, sino una verdadera experiencia sensorial para combinar con los grandes vinos blancos friulanos, que nos permite degustar todos los matices de una antiquísima cultura nacida y desarrollada entre estos magníficos valles italianos.
Contenido redactado con la información proporcionada por el colaborador Friul-Venecia Julia