Potenza, escaparate de Lucania
Como buen pueblo medieval (sin embargo, debido a los numerosos terremotos, uno se encuentra con una ciudad de carácter decididamente moderno), tiene su centro histórico encaramado en la cresta que divide dos valles. Uno de ellos es el valle alto del río Basento, que aparece con una sucesión de montañas y colinas que Potenza lleva con orgullo a las mesas de cada casa, de cada restaurante y de las numerosas tiendas gastronómicas. Es una explosión de sabores: embutidos, quesos, así como carnes de cordero o cabrito, platos a base de cereales, todo rigurosamente sazonado con un excelente aceite local y acompañado por un vino igualmente excelente. También son típicos de estos lugares los «lampascioni», una especie de cebolletas silvestres que se pueden degustar frescas o en aceite. Ahora, sin embargo, es hora de abandonar la capital y dejarte seducir por el paisaje y los sabores de sus alrededores. El primer pueblo que conocerás es Filiano.
Filiano y el «pecorino»
El nombre de este pequeño pueblo, extendido a orillas del arroyo Imperatrice y habitado por menos de 3000 habitantes, parece derivar de la tradición de hilar lana por parte de las mujeres locales, y no sería una idea descabellada. Aquí todavía hoy los lugareños viven del pastoreo, de la cría de ovejas y cabras, aunque esta actividad ahora está dirigida en particular a la elaboración de quesos. Filiano se considera hoy en día el hogar del preciado «pecorino» DOP, con su pasta dura de color amarillo pajizo y ese toque de hierba de pasto que confiere al queso un sabor fuerte y difícil de olvidar. Desde aquí, toma la carretera estatal 93 hacia el próximo tesoro lucano, Rionero in Vulture.
Rionero in Vulture, una explosión de sugerencias
Extensiones de viñedos y olivos rodean Rionero, con el antiguo cono eruptivo del Vulture, los bosques y los lagos de Monticchio como telón de fondo para regalarte unos entornos evocadores que solo poseen los lugares de cuento de hadas. Y son precisamente estas tierras las que también regalan otros placeres, además de los de la vista. Aquí es donde, con amor y trabajo duro, se produce el noble y preciado Aglianico, un vino tinto de prolongado envejecimiento, y también un excelente aceite. Alrededor tenemos, por último, los prados de montaña donde pastan, casi en libertad, bovinos podólicos, cabras y ovejas de cuya leche se obtienen exquisitos quesos, entre los que destacan el «pecorino» y el «caciocavallo». Sin embargo, además de ser tierra de renombrada gastronomía, Rionero te gustará por ese encanto característico que solo tienen los pueblos de aspecto antiguo, con su corazón guardado en la iglesia de la Matrice, en la localidad, y con su centro religioso en la antigua abadía benedictina, situada en un lugar muy evocador a las afueras del núcleo urbano.
Venosa, ciudad de Horacio, del vino y de la «Inacabada»
El parque arqueológico, a las afueras de la localidad, te da una idea clara de la historia y la importancia de este lugar. La antigua colonia romana de Venusia, a lo largo de la vía Apia, se fundó sobre el emplazamiento de un centro habitado por comunidades apulias, y también es conocida por ser el lugar de nacimiento del ilustre poeta latino Horacio.
Hoy en día, Venosa, uno de los pueblos más bellos de Italia, es una sucesión de callejuelas y explanadas capaces de ofrecer vistas evocadoras y de mostrar, entre piedras antiguas, lápidas, bajorrelieves, capiteles y máscaras que emergen aquí y allá, los signos de esa larga y significativa historia que te hemos contado en resumen. Avanzando por el Corso Vittorio Emanuele encontrarás la catedral de Sant'Andrea, del siglo XV, y el castillo bajomedieval que, tras dejar de ser una austera fortaleza, alberga a lo largo de un recorrido subterráneo un interesante museo arqueológico que recorre la historia de esta localidad con materiales multimedia.
En cuanto a los productos típicos de Lucania, por otro lado, también es conocida por ser la «Ciudad del Vino»» o más bien del Aglianico del Vulture DOC, con sus más de 2000 años de historia: marida a la perfección con asados y quesos curados. Haz una parada en la Cantina di Venosa: aquí encontrarás el apreciado Carato Venusio (Aglianico del Vulture Superiore DOCG), de color rojo rubí, intenso y aterciopelado; pero no te olvides del Verbo Rosè IGP, también de Aglianico, elegante y con toques de cereza, fresa y frambuesa: es uno de los mejores vinos rosados de los últimos años.
A las afueras del centro, a lo largo de la Strada Ofantina, te sugerimos que acudas a visitar la singular abadía de la Santísima Trinidad, uno de los monumentos medievales más interesantes de todo el sur de Italia, dentro de una amplia zona arqueológica, formada por dos iglesias: la «vieja», fundada por los benedictinos en el siglo XI sobre los cimientos de una iglesia paleocristiana más antigua, y la «nueva» que, sin embargo, quedó inacabada permaneciendo para la posteridad en su evocadora belleza.
Forenza, un pueblo antiguo, como su cocina
A unos veinte kilómetros de Venosa está Forenza. Se ve desde lejos, como si fuese una centinela sobre su montaña, rodeada por un denso bosque. En el pasado fue refugio de bandidos y hoy es un refrescante entorno en los calurosos días de verano, además de generoso en otoño cuando se llena de setas «cardoncelli», un manjar conocido desde la antigüedad que prolifera solo por esta zona.
Está fuera de los caminos más frecuentados, hay que ir a propósito para descubrir que ha valido la pena. Te enamorará inmediatamente con sus casas de piedra, con una luz cegadora que brilla en los hermosos días de primavera. Hay que acercarse y recorrer sus callejuelas de piedra, con unas fantásticas vistas y la atmósfera de tiempos pasados. En verano, en particular, al caminar te invadirá el olor que proviene de las cocinas.
Una cocina antigua, como el pueblo, sencilla y con profundas raíces en la tierra de la que sigue nutriéndose. Antes de salir del pueblo, te sugerimos que pruebes las mozzarellas o la «ricotta» fresca, y que te abastezcas de «scamorze», de «provolone» (dulce o picante), que luego se consume también cocido en rodajas sobre las brasas o a la parrilla, de su preciado «pecorino», de corteza gruesa, de pasta semidura y de sabor redondo, así como de las sabrosísimas salchichas artesanales, incluso las picantes, de las pastas hechas a mano y de las legumbres que en primavera se sirven en las mesas de la localidad.
No faltan los postres típicos, como el u' cazoun («calzone» agridulce) durante la temporada navideña, los «calzoncelli» rellenos con pasta de castañas o de garbanzos dulces o incluso las crústulas («carteddate») rociadas con miel y espolvoreadas con canela o con «vincotto».