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Ideas de viaje
Abruzos. Ruta por el Gran Sasso.

El Gran Sasso y la baronía de Carapelle: pueblos, castillos y delicias locales

Tipología
car route
Duración
3 días
Número de etapas
5
Dificultad
Fácil

El interior de los Abruzos ofrece magníficos senderos naturales con vistas tan sublimes que dejan sin respiración, así como pueblos y castillos medievales enclavados en las montañas, donde el tiempo parece haberse detenido. La historia de este territorio es la de sus pastores y la de la antigua práctica de la trashumancia, como evocó Gabriele D'Annunzio en el poema lírico «I Pastori» (Los pastores): «Septiembre, vamos. Es tiempo de migrar. /Ahora en tierra de los Abruzos mis pastores /dejan las chozas y van hacia el mar»

Para darse cuenta de ello basta con seguir este itinerario por el macizo del Gran Sasso; aquí, en el siglo XIII, la baronía de Carapelle, que incluía Carapelle Calvisio, Calascio, Santo Stefano di Sessanio y Castelvecchio Calvisio, se convirtió en una importantísima zona de pastoreo, en una posición estratégica gracias a la Via degli Abruzzi, que conectaba Florencia con Nápoles. Con este itinerario se recorren sus principales localidades. Se parte de Santo Stefano di Sessanio, delicioso pueblo donde comenzamos a adentrarnos en el espíritu de la trashumancia. Luego subimos hasta el castillo de Rocca Calascio, la fortificación a mayor altitud de los Abruzos, para inundar nuestros ojos de espectaculares vistas. Continuamos hasta llegar a Castelvecchio Calvisio, Capestrano y Castel del Monte, ejemplos de pueblos fortificados que conservan su alma antigua y ofrecen delicias gastronómicas fruto de la mejor tradición pastoral.

Día 1

Santo Stefano di Sessanio

Santo Stefano di Sessanio

Al entrar en Santo Stefano di Sessanio se demuestra inmediatamente la tenacidad de sus habitantes. El pueblo ha sabido resistirse, reinventándose, primero a la despoblación que afectó al interior de los Abruzos en el siglo XX, y luego al terremoto que en 2009 afectó a L'Aquila.

 

En 2021, el torreón del siglo XIV, que se alza entre las casas de piedra, fue finalmente rescatado de los escombros y volvió a vigilar sobre los tejados y las laderas cultivadas de los alrededores; también conocido como torre Medicea, el torreón nos recuerda el impacto económico y arquitectónico que la poderosa familia florentina de los Médici tuvo en el pueblo desde el siglo XVI. Hoy, subiendo a su parte superior, se puede disfrutar de una hermosa vista panorámica.

 

Para conocer mejor la historia de Santo Stefano di Sessanio es imprescindible hacer una parada en el museo Terre della Baronia, que conserva la memoria milenaria de estos territorios del Gran Sasso, vinculada a la tradición pastoral y a la práctica de la trashumancia. Ahora es el momento de hacer caso al olfato siguiendo el aroma de la sopa de lentejas, que se debe degustar con una rebanada de pan crujiente. Cultivada desde hace siglos en estas tierras, la lenteja de Santo Stefano di Sessanio es una de las excelencias de los Abruzos. ¡Que sin duda hay que probar! 

Desde Santo Stefano se puede llegar fácilmente a la meseta de Campo Imperatore y al sugerente lago Pietranzoni.

Día 2

Castillo de Rocca Calascio

Castillo de Rocca Calascio

El castillo de Rocca Calascio es un símbolo del interior de los Abruzos que nos cuenta una historia milenaria. Fue un perfecto set cinematográfico en la película Lady Halcón de Richard Donner (1985), quien lo eligió como refugio del hechicero Imperius, mientras que en la película El nombre de la rosa de Jean-Jacques Annaud (1986), la fortaleza se ve como telón de fondo de las escenas rodadas en Campo Imperatore.

Después de cruzar Calascio y su pintoresco centro histórico, llegamos a la famosa fortaleza que domina los valles circundantes, encaramada en una cresta a 1460 metros. Es la fortificación situada a mayor altitud de los Abruzos y una de las más altas de Europa: un punto de vista excepcional para controlar las rutas de la trashumancia. En esta magnífica fortaleza que surca las nubes, de inmediato nos meteremos en la piel de los soldados que observaban a los pastores que migraban con sus rebaños.

Castelvecchio Calvisio

Castelvecchio Calvisio

No muy lejos de Calascio y de su espléndida fortaleza, Castelvecchio Calvisio tiene también una historia vinculada a la trashumancia y a las rutas de la lana, y nos hace respirar esa atmósfera que nos transporta en el tiempo. Su castillo, construido en el siglo XII, se erigía como guardián del valle del Tirino, el corazón verde de los Abruzos, al que se asoma el pueblo. Recorriendo a pie las estrechas calles empedradas del pueblo nos perderemos entre el silencio de las casas de piedra caliza, las portadas y las pequeñas tiendas artesanales. A lo largo de las murallas, el espacio se dilata de repente para acoger la iglesia de San Giovanni Battista y su valiosa portada renacentista. En el interior se conservan tallas de madera que datan de los siglos XVI y XVII. Una última vuelta entre casas, arcos y escaleras de piedra y es hora de tomar el camino hacia Capestrano, pasando primero por el pueblo que da nombre a la baronía de Carapelle: Carapelle Calvisio.

Día 3

Capestrano

Capestrano

Capestrano es un lugar querido y familiar para el pueblo de los Abruzos, ya que, en 1934, se encontró en esta zona el monumental guerrero de Capestrano, de piedra caliza, elevado a símbolo de toda la región. Data del siglo VI a. C. y perteneció al pueblo itálico de los vestinos. Fue encontrado en una necrópolis de la antigua Aufinum. Actualmente, el guerrero original se conserva en Chieti, en el museo arqueológico nacional de los Abruzos, aunque se puede apreciar una reproducción en el castillo Piccolomini, situado en el centro del pueblo. La familia de los Piccolomini recibió el castillo en 1463 y lo conservó hasta 1579, cuando pasó a manos de los Médici. Subiendo a la torre almenada, se puede disfrutar de un agradable mirador; desde esta altura es fácil jugar con la imaginación y la memoria histórica, imaginando a los pastores de los Abruzos que cruzaban el valle con sus rebaños. Al salir del pueblo, es obligatoria una visita a la iglesia y al convento de San Francesco, mientras que para quienes buscan una experiencia fuera de lo común, es recomendable llegar al cercano lago de Capodacqua, donde se puede hacer una inmersión para descubrir un molino sumergido.

Castel del Monte

Castel del Monte

Este pueblo pastoril domina el valle del Tirino, a 1345 metros de altitud, sobre el que vigila el monte Bolza (1904 m). Caminando a paso lento por el casco antiguo del pueblo (llamado Ricetto) nos daremos cuenta de su legado medieval, interrumpido de vez en cuando por frescos y mosaicos de jóvenes artistas. Pero el pueblo es también el hogar de un queso heredero de la tradición pastoral. Se trata del «canestrato» de Castel del Monte, obtenido de la leche cruda entera de oveja. Su corteza adquiere la forma de las cestas en las que se coloca la cuajada. Presidio Slow Food, este queso se puede degustar fresco o curado y es una excelencia gastronómica que no puede faltar en un recorrido por la vertiente del Gran Sasso que se asoma a L'Aquila. Castel del Monte, del que toma su nombre, es el lugar perfecto para degustarlo. Después de visitar los castillos de piedra caliza, de respirar la atmósfera inmóvil de los pueblos y de dejar que la mirada vague entre infinitos pastos, cada bocado tendrá el sabor especial de los Abruzos más auténticos.

Desde aquí es fácil llegar al monumento al pastor Pupo Nunzio, un homenaje a los hombres y mujeres que han dedicado su vida a la trashumancia.

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