San Remo
San Remo, la ciudad de las flores, con un ambiente de «fin de siècle» y un clima suave durante todo el año. Amada por monarcas, aristócratas y por la alta burguesía, a finales del siglo XIX fue frecuentada por la zarina María Aleksándrovna, por la princesa Sissi y por Alfred Nobel, el creador del prestigioso premio, que construyó aquí su fantasiosa villa.
San Remo es también la ciudad de la canción italiana, ya que Nilla Pizzi ganó con Grazie dei fior el festival de canto más importante de Italia en 1951. Desde los palacios modernistas hasta la extravagante iglesia rusa con cúpulas en forma de cebolla, pasando por los jardines de cuento de hadas de la villa Ormond o los centros de vela más bellos y antiguos de Italia, San Remo ofrece una intrigante mezcla de historia y modernidad con muchos atractivos. La localidad atrae a los deportistas con el rally y la Milán-San Remo, la famosa carrera ciclista que ha visto competir a los más grandes campeones de las dos ruedas, además de ser también famosa desde principios del siglo XX por su casino, que cuenta con mesas de juego, ruleta y máquinas tragaperras que siguen sonando hoy en día.
Tómate tu tiempo para perderte por el núcleo medieval de la ciudad, el barrio llamado Pigna. Construido mediante anillos concéntricos y protegido por varios círculos de murallas construidas a lo largo del tiempo, conseguía proteger una ciudad en constante expansión de las incursiones de los piratas. Entre sus callejuelas podrás admirar, conservados como en un joyero, numerosos testimonios del pasado y de la devoción popular: el oratorio de San Sebastiano, del siglo XVI, el palacio Gentile-Spinola, el oratorio de San Costanzo y la plaza de Santa Brigida, lugar de encuentro y sede de numerosos actos sociales y culturales.
Al pasar por los jardines Regina Elena, creados en honor de la reina Elena de Montenegro, esposa del rey Víctor Manuel III, huésped habitual de la ciudad de las flores, llegamos al Belvedere della Madonna della Costa, desde el que podemos divisar toda la ciudad y el espléndido mar de Liguria.
De hecho, San Remo también es una renombrada ciudad costera, con elegantes establecimientos, pero también cuenta con playas de arena anchas completamente libres que atraen a los jóvenes surfistas, galardonadas con las dos velas del Touring Club Italiano y Legambiente.
Bordighera
Debido a su esplendor ligeramente exótico y orientalizante, a Bordighera se la conoce como la «ciudad de las palmeras». Probablemente fueron los fenicios y los piratas árabes los que importaron las semillas de las palmeras datileras, típicas de los oasis africanos y de Oriente Medio, y las sembraron en un extenso palmeral, que hoy se puede admirar a lo largo del Sendero del Beodo. Más tarde, lo que catapultó la fama de la ciudad más allá del canal de La Mancha fue la novela del siglo XIX El doctor Antonio, de Antonio Ruffini, que cuenta una apasionante historia de amor ambientada en Bordighera: las fascinantes descripciones de la Riviera bañada por el sol durante todo el año atrajeron a una colonia de turistas británicos incluso más numerosa que la comunidad local. En realidad, muchos personajes de la cultura sintieron la llamada: Charles Garnier, el arquitecto de la Ópera de París, la reina Margarita de Saboya, el padre del impresionismo francés, Claude Monet, que quedó literalmente encantado, y Clarence Bicknell, matemático británico al que se dedica el museo natural. Gracias a su presencia, la ciudad se remodeló con avenidas arboladas, villas aristocráticas y exuberantes jardines de plantas exóticas. Basta recordar la Villa Regina Margherita, residencia de una elegancia real, o la Villa Garnier, construida frente al puerto de Arziglia y con un parque indescriptible, o la villa Pompeo Mariani, casa-museo-taller de artista del famoso pintor paisajista de Monza que se mudó a esta localidad. Fue aquí donde Claude Monet, encantado por la magia del paisaje, pintó algunas de sus obras maestras, entre ellas Giardino a Bordighera. Siempre resulta maravilloso pasear por el jardín exótico de la Pallanca, dedicado en su totalidad a las plantas suculentas. Por si fuera poco, están las playas premiadas con la vela del Touring Club Italiano y Legambiente, de guijarros redondos, y que alternan tramos libres con establecimientos con buenos servicios. Los rincones menos frecuentados son la playa de Arziglia, en otra época un pequeño puerto pesquero, o las rocas del cabo Sant'Ampelio, desde donde puedes sumergirte directamente en sus limpias aguas.
Taggia
A pocos kilómetros del mar, el valle de Argentina, muy verde y estrecho, está salpicado de pueblos de encanto rupestre. Uno de ellos es Taggia, una joya escondida de la costa que se encuentra rodeado por murallas del siglo XVI. Famosa por ser el reino de la aceituna de Taggia, por el convento de San Domenico, una síntesis armoniosa de arte, historia y teología, por el puente medieval de dieciséis arcos y por la aldea costera de Arma di Taggia. Con un arenal de fondo poco profundo, playas de arena libres o equipadas, un pequeño puerto deportivo y aguas limpias, Arma di Taggia se ha ganado las tres velas del Touring Club italiano y Legambiente por la pureza del agua, la calidad medioambiental y los índices de sostenibilidad. La localidad cobra especial animación el último domingo de julio con la fiesta y la procesión de Sant'Erasmo, protector de la gente del mar.
Cervo
Bañarse con la mirada hacia arriba: esto sucede a menudo en la playa de Cervo, cuando se da la espalda al mar para admirar el espectáculo del puñado de casas del pueblo medieval encaramado en la colina, con callejones y talleres artesanales de colores. Entre las olas, se puede admirar esa silueta inconfundible, dominada por el castillo de los Clavesana y en la que se destaca la iglesia de San Giovanni Battista, una excelente muestra del barroco de Liguria, también conocida como «dei Corallini» porque fue construida con los ingresos de las compañías de pescadores de coral que llegaron de Córcega y Cerdeña. La plaza dei Corallini, tan pintoresca como animada, cobra vida sobre todo en verano cuando, desde mediados de julio y durante todo agosto, acoge numerosas citas que culminan en el famoso Festival Internacional de Música de Cámara. No obstante, el mar no se queda atrás y ofrece una gran variedad de atractivos: hay playas de pago de arena, una playa libre de arena y grava adecuada para que los niños naden y preciosos acantilados en los que tumbarse al sol. Los más conocidos son los acantilados de Porteghetto y Ciappellette en la zona este de la costa, mientras que los que están aún más a levante solo son accesibles en barco. Gracias a los fondos principalmente de roca, el agua es transparente. Por otro lado, la calidad medioambiental ha sido reconocida con las dos velas del Touring Club Italiano y Legambiente.