Saltar el menú
Espiritualidad
Paso a paso, desde la campiña del Lacio hasta el corazón de la Urbe

Jubileo 2025, la Roma de los peregrinos entre las 13 iglesias jubilares

El papa Francisco ha abierto 13 iglesias para el encuentro de los fieles y la catequesis en diferentes idiomas

6 minutos

La Iglesia celebra en 2025 el Jubileo ordinario, el año santo que el papa convoca periódicamente desde 1300 y que marca una etapa importante para la institución católica. 

Para ganar la indulgencia, los fieles peregrinan a Roma y una vez en la ciudad deben confesarse, comulgar, rezar y hacer una obra de piedad, misericordia o penitencia. Los lugares para practicar los actos de fe son las iglesias jubilares.

En Roma, las más famosas son las de San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor, pero hay otras iglesias jubilares en la Urbe. 

Para el jubileo de 2025, el papa Francisco ha abierto 13 iglesias al encuentro de los peregrinos y a las catequesis en diferentes idiomas, algunas realmente desconocidas para la mayoría. Descubrámoslas, una a una, como si estuviéramos en un viaje, paso a paso hacia el corazón de la Urbe.

 

Un santuario en el campo de la Ardeatina

Un santuario en el campo de la Ardeatina

Partimos desde las afueras de Roma, en el sur, recorriendo la carretera Ardeatina, entre las colinas en el límite del parque de la Appia Antica. La primera etapa del viaje hacia el corazón de la ciudad jubilar es el santuario de Nuestra Señora del Divino Amor, lugar de peregrinación ya desde la segunda mitad del siglo XVIII, erigido a unos diez kilómetros de la vía Apia y a doce de la iglesia del «Domine Quo Vadis». 

Se dice que el evento fundacional del santuario fue la protección que la Virgen dio a un peregrino perdido en el campo, en 1740. Además de los testimonios de fe, este lugar también marca el voto de protección que los romanos hicieron durante la Segunda Guerra Mundial e incluso se hace referencia al templo en el séptimo arte. De hecho, el santuario fue captado por el objetivo de Fellini en la película «Las noches de Cabiria». 

Entre su patrimonio artístico, cabe mencionar a la Virgen del Divino Amore, un icono bizantino que representa el vínculo entre el aire y el Espíritu Santo. El santuario se amplió poco antes del año 2000. La estructura renovada fue consagrada por Juan Pablo II en 1999.

Dirígete al Aventino, hacia la iglesia de Santa Prisca

Dirígete al Aventino, hacia la iglesia de Santa Prisca

Con la segunda etapa entramos en Roma, en una zona céntrica pero silenciosa y poco transitada. Entre el verde de los jardines públicos y privados, se encuentran iglesias sugerentes como Santa Sabina, Sant'Alessio y la iglesia jubilar de Santa Prisca. Para llegar a esta última, debemos recorrer las tranquilas calles del Aventino, hasta superar la plaza del templo de Diana. 

La iglesia de Santa Prisca atestigua acontecimientos muy antiguos. Construida sobre los restos de la casa de la mártir Prisca, asesinada a mediados del siglo I en tiempos del emperador Claudio, la iglesia fue reconstruida en tiempos de Calixto III en 1456. Bajo sus naves aún se conservan las estructuras originales del edificio de culto, como la casa del siglo I o las estancias adaptadas al culto del dios Mitra, representado en los frescos que narran sus gestas musicales.

Las iglesias de Santa María de Montserrat de los Españoles y de San Paolo alla Regola

Las iglesias de Santa María de Montserrat de los Españoles y de San Paolo alla Regola

Ahora nos encontramos en el «barrio del Renacimiento», entre las calles del Banco di Santo Spirito y de Banchi Nuovi, Piazza Navona, Piazza Farnese y Campo de' Fiori. Desde el Celio descendemos hacia el Lungotevere Aventino. 

Entre las ricas residencias y las viviendas populares, se encuentran algunas iglesias. Las dos jubilares elegidas por el pontífice son San Paolo alla Regola y Santa María de Montserrat de los Españoles.

Parece que la iglesia de San Paolo alla Regola se construyó en torno a la primera casa romana del santo, que después de una vida de evangelización fue asesinado por Nerón, alrededor del año 64 d. C. Sin embargo, la construcción del lugar de culto se remonta oficialmente a 1186. La iglesia fue completamente reconstruida a finales del siglo XVII. Hay muchas obras en su interior, desde las Historias de la vida de san Pablo de Luigi Garzi hasta las de Calandrucci.

La segunda iglesia jubilar, la de Santa María de Montserrat de los Españoles, es sin duda de construcción más reciente. Iniciada según un proyecto de Antonio da Sangallo el Joven en 1518, se completó entre 1673 y 1675 como iglesia de los aragoneses y los catalanes. Ahora es la iglesia nacional de los españoles. Alberga numerosas obras de arte y, para admirar un monumento funerario esculpido por Bernini, hay que entrar en el Colegio Español, anexo a la iglesia.

En la Roma umbertina, en la «Chiesa Nuova» de Santa Maria in Vallicella

En la Roma umbertina, en la «Chiesa Nuova» de Santa Maria in Vallicella

En esta parte de la Urbe, caminamos sobre el eje de la Roma umbertina, con sus expresiones neobarrocas que marcan la Roma burguesa del siglo XIX y las residencias de la antigua nobleza papal. En este contexto se encuentra una de las iglesias donde se reunirán los peregrinos para la catequesis, que se oficiará en distintos idiomas de todo el mundo.

La iglesia de Santa Maria in Vallicella está vinculada a la figura de Felipe Neri, fundador en 1551 del oratorio erigido en 1575 por Gregorio XIII como congregación del Oratorio. Sus orígenes se remontan al siglo XII. La iglesia recuerda en su nombre la oquedad que se supone que corresponde al Tarentum, el santuario subterráneo sede del culto de las divinidades infernales Dis Pater y Proserpina. El templo cristiano fue reconstruido a partir de 1575, de ahí el apelativo común de «Chiesa Nuova».

Una vez dentro, podrás admirar muchas obras de gran valor que embellecen el rico interior de estilo barroco. En la capilla Spada se pueden admirar la Virgen con el Niño y los santos Carlos Borromeo e Ignacio de Loyola, de Carlo Maratta. El presbiterio conserva obras maestras de la época romana de Pedro Pablo Rubens (1606-1608), mientras que un extraordinario ornamento de preciosos mármoles reviste la capilla de San Felipe Neri (1600-1602).

 

En el corazón de Roma, hasta el Vaticano y más allá

En el corazón de Roma, hasta el Vaticano y más allá

No es difícil darse cuenta de que en este pañuelo extendido sobre el corazón de Roma se concentran un gran número de palacios e iglesias. Aquí se ensancha el meandro del Tíber que más se acerca al Vaticano. 

Entre las calles de los Banchi Nuovi, del Governo Vecchio, de S. Pantaleo y de Torre Argentina y las calles de los Banchi Vecchi y del Pellegrino, Campo de’ Fiori y via de’ Giubbonari, que siguen los trazados de la antigua Roma, se encuentra la mayor concentración de iglesias jubilares: S. Salvatore in Lauro, S. Maria dell'Orazione e Morte, S. Caterina da Siena, S. Spirito dei Napoletani, S. Maria del Suffragio y S. Giovanni Battista dei Fiorentini. 

Entre ellas, destacamos S. Salvatore in Lauro por ser un verdadero santuario en el corazón de Roma. Desde 1600, es el santuario de la Virgen de Loreto en Roma y conserva uno de los iconos lauretanos más antiguos. Desde 2007 se ha convertido en un lugar dedicado a la figura del padre Pío de Pietrelcina y conserva importantes reliquias del santo. 

La última iglesia está en el barrio Colonna, cuyo nombre deriva de la columna de Marco Aurelio, entre via del Corso (segmento urbano de la antigua Flaminia) y la subida al Pincio. Aquí se encuentra la iglesia jubilar de S. Andrea delle Fratte: bautizada en el siglo XII como «S. Andrea de hortis», porque estaba fuera de la ciudad, es un ejemplo de arquitectura «borromiana».  La intervención de Borromini, en la segunda mitad del siglo XVII, se nota por su contraste con las líneas ortogonales de las calles que rodean la iglesia. Junto al ábside, se alza un asombroso campanario de planta cuadrada. Una vez que entres en su única nave, con bóveda de cañón, te aconsejamos que visites los laterales del presbiterio para admirar los ángeles de mármol de Gian Lorenzo Bernini (1668-69), una visión tan satisfactoria como propicia para el Jubileo.

¡Ups! Hubo un error al compartir. Acepta las cookies de perfil para compartir esta página.