Anagni
En un espolón rocoso que domina el valle del Sacco, Anagni es conocida como «la ciudad de los papas», porque en ella nacieron cuatro, entre ellos el papa Bonifacio VIII alrededor de 1230, y porque fue durante mucho tiempo sede y residencia papal: hubo un momento en el que Anagni fue el centro del mundo, casi oscureciendo a Roma.
El papa más conocido fue obviamente él, Bonifacio VIII, que operó de manera cínica y no demasiado generosa, por lo que si Dante lo colocó en el «Infierno» a pesar de que todavía estaba vivo por algo sería. Aquí en Anagni se explica todo sobre la famosa «bofetada» con la que en 1303 Giacomo Sciarra Colonna golpeó al papa Bonifacio VIII en el interior del palacio que hoy está dedicado a él y alberga un museo. Museo cerca del cual se encuentra la catedral, otra razón por la que Anagni es famosa. Hermosa, no tanto por la estatua de Bonifacio que domina el flanco izquierdo de la iglesia, sino sobre todo por la maravillosa sorpresa que se revela en su interior, la cripta de san Magno: una especie de Sixtina medieval, un extraordinario ciclo de frescos que brilla por su amplitud y esplendor como pocos otros que se remonten al siglo XIII.
Pero las bellezas medievales no terminan aquí, pues las calles y callejuelas del pueblo hablan de la Edad Media con los bellos ajimeces que adornan los palacios, las galerías o el majestuoso paso abovedado del austero edificio del ayuntamiento.
Fiuggi
El papa Bonifacio VIII está por todas partes en Ciociaria, incluso donde no te lo esperas. Como en Fiuggi, el pueblo con un ambiente retro heredero de la época en que la buena sociedad romana venía a relajarse por aquí.
En la Antigüedad, como ahora, Fiuggi era famosa por sus aguas curativas, tanto para beber como termales. De estas aguas escribieron el papa y Miguel Ángel Buonarroti. No es casualidad que la inscripción «L'acqua di Bonifacio VIII» (El agua de Bonifacio VIII) se encuentre en el arco que da acceso a las termas de la fuente antigua, como testimonio del hecho de que el papa se curó aquí de los malditos cálculos renales que también hacían sufrir a Miguel Ángel, quien dijo del agua de Fiuggi: «Rompe la piedra». Del mismo modo, aún hoy miles de personas se benefician de estas aguas terapéuticas, alternando entre la fuente antigua y la nueva, mientras disfrutan de una estancia entre baños regeneradores y paseos por los castaños y los pinos de los parques.
Pero el papa también está presente en algunas «trattorie» y tabernas, donde se puede degustar el timbal de Bonifacio VIII, que parece que era su plato favorito: un plato tradicional con «tagliatelle» sazonadas con un rico ragú y cubiertas con lonchas de jamón crudo.
Sobre el tema de las bellezas naturales, Fiuggi también tiene mucho que decir. Se encuentra al borde del parque natural regional de los Montes Simbruinos y, junto con Jenne y Trevi, en el Lacio, es una de las puertas panorámicas de acceso a los valles, ciudades y pueblos del parque. Desde Fiuggi, en unos treinta minutos se puede llegar a Trevi, en el Lacio, donde se encuentra uno de los centros de visitantes del parque.
Parque natural regional de los montes Simbruinos
El parque es una amplia zona montañosa caracterizada por imponentes hayedos y llanuras kársticas que se extienden hasta donde alcanza la vista, ricas en manantiales. El origen del nombre Simbruinos deriva, no por casualidad, de sub imbris, «bajo la lluvia», para subrayar la riqueza y la abundancia de agua de esta zona cercana a la frontera de los Abruzos. Agua de lluvia, pero también de laberintos subterráneos de una tierra kárstica y de los manantiales de los ríos Aniene y Simbrivio. Los picos alcanzan los 2000 metros y vigilan valles verdes o nevados, llanuras interminables, mesetas separadas por hayedos, que a medida que desciende la altitud dan paso a arces, robles y encinas en las laderas más soleadas. Hay varios centros de visitantes, entre ellos Jenne y Trevi, en el Lacio. En Trevi, en el Lacio, en la sala de exposiciones del centro de visitantes, el tema elegido es precisamente el de la vegetación, ya que el pueblo está rodeado de hayas y robles, y representa el hábitat natural de la «Pinguicola», una especie muy rara de planta carnívora descubierta en los Simbruinos.
Atraviesan el área del parque muchos senderos marcados para excursiones, diferentes por su dificultad y longitud, y hay numerosas zonas interesantes, como el monte Livata, los grandes prados de Campo Osso, el pintoresco monte Autore, al que se accede desde Subiaco y Jenne, y los senderos del monte Vaglio.
Alatri
Desde Trevi, en el Lacio, se llega a Alatri, en las estribaciones de los montes Hérnicos. Aquí parece que los cíclopes están desatados, liberando una fuerza sobrehumana en esa construcción titánica que son las murallas que rodean la ciudad. De hecho, la sensación de fuerza de las murallas que rodean la ciudad es indudable, tanto es así, que la tradición dice que fue fundada nada menos que por el dios Saturno (en realidad fueron los hérnicos). Dentro de las murallas, que permanecen intactas en un circuito de 2 km, nos espera una acrópolis que conserva la catedral, aunque la iglesia más bella es otra, Santa Maria Maggiore, de estilo gótico pero de origen paleocristiano, con esa obra maestra de la talla en madera que es la Virgen de Constantinopoli, así como el tríptico del Redentor. Aquí, como en toda la Ciociaria, todo tiene raíces antiguas.
Antes de llegar a Ferentino, última etapa, puedes dar primero un salto hasta Fumone, con su fortaleza medieval conservada en el tiempo.
Ferentino
Luego nos trasladamos a Ferentino, con una acrópolis rodeada de murallas que aún se alza con toda su fuerza. De época prerromana (alrededor de los siglos VII-VI a. C.), parecen haber sido levantadas por cíclopes, gigantes capaces de mover estas gigantescas y pesadas rocas, luego pulidas y moldeadas para que encajen entre sí, como contaba Herodoto.
Ferentino está rodeada de murallas, que en su interior revelan otros tesoros. Una vez cruzadas las antiguas puerta Sanguinaria, a la que se desciende por una pintoresca calle escalonada, o puerta Maggiore, con un doble arco de piedra suspendido en la nada, podrás admirar, por ejemplo, la hermosa iglesia de Santa Maria Maggiore, de líneas sencillas y limpias, con rosetón central en la fachada y un interior sin adornos. O el palacio de Inocencio III, residencia del pontífice durante sus estancias en Ferentino, o el palacio de los Cavalieri Gaudenti, con sus ajimeces.
Pero Ferentino también es un lugar para relajarse con un magnífico baño termal, tal vez en el Otium Pool, el hidromasaje de las termas de Pompeyo, uno de los primeros establecimientos modernos, construido en 1854. Aunque aquí, como en Fiuggi, acudir al «spa» es una costumbre mucho más antigua: parece que fue Domitila, madre de Tito y Vespasiano, la primera en beneficiarse de estas aguas.
A pocos kilómetros del pueblo se encuentra la antigua abadía de San Pietro in Valle, con sus frescos medievales