Claustro de los Descalzos

El claustro, atrio de la capilla de la Compañía de los Disciplinados de San Juan Bautista «el Descalzo», fundada en 1376, fue proyectado por Giuliano da Sangallo. Pintado en su totalidad con frescos por Andrea del Sarto y Franciabigio, conserva uno de los ciclos más importantes de la pintura florentina de principios del siglo XVI. Sobre la puerta de entrada, después de la restauración de toda la fachada, brilla con luz propia una luneta de terracota vidriada, atribuida a Giovanni della Robbia, que representa a san Juan Bautista sobre campo azul, vestido con piel de camello y una cruz de oro, acompañado por dos hermanos de la compañía, representados con el cilicio en la mano y con la túnica negra usada para las ceremonias religiosas. Dividido por esbeltas columnas con capiteles de estilo corintio, el pequeño claustro fue decorado por Andrea del Sarto entre 1509 y 1526 con las historias de san Juan Bautista y las cuatro virtudes (fe, esperanza, caridad y justicia) colocadas a los lados de las puertas de acceso. Giorgio Vasari menciona en sus «Vidas» el encargo de los frescos: «Solían reunirse en Florencia, al final de la Via Larga sobre las casas del magnífico Ottaviano de' Médici, frente al huerto de San Marcos, los hombres de la Compañía que se dice de los Descalzos, titulada en honor de san Juan Bautista, la cual había sido cercada en aquellos días por muchos artífices florentinos, los cuales, entre otras cosas, habían hecho de piedra un patio de recepción que se posaba sobre algunas columnas no muy grandes, por lo tanto, viendo algunos de ellos que Andrea era capaz de ser un excelente pintor, deliberaron, siendo más ricos de ánimo que de dinero, que hiciera alrededor de dicho claustro en doce cuadros de claroscuro, es decir, de "terratta" al fresco, doce historias de la vida de san Juan Bautista».
La obra se realizó con la elegante técnica del monocromo, un claroscuro sin colores, en la que se representan en ocho escenas las vicisitudes del santo, patrón de Florencia, desde el nacimiento hasta la célebre danza de Salomé y la decapitación, pasando por el bautismo de Jesús predicando en el desierto. Andrea del Sarto, miembro de la cofradía, plasmó a la perfección a través de sus frescos el estilo de vida de esta, basado en una espiritualidad sobria y esencial.