"Para mí, vivir a la italiana significa darlo todo siempre, pero al mismo tiempo ser capaz de reservar momentos de la vida para disfrutar del bello país donde vivimos".
La Italia de las obras maestras: Roma, Florencia y Nápoles
Cuando necesito llenar mi corazón con un poco de belleza y cultura, nada mejor que el extraordinario tesoro artístico de los Museos Vaticanos. Pero, en cuanto a encanto, no son menos la Fuente de los Cuatro Ríos de Gian Lorenzo Bernini, en Piazza Navona en Roma y la Galería de los Uffizi en Florencia. Otra obra que me ha impresionado particularmente es el Cristo Velado, la escultura de mármol de Giuseppe Sanmartino en Nápoles. Para mí, cada una de ellas, de manera diferente, son auténticas obras maestras que te llegan al corazón.
Rumbo al sur: noches memorables en lugares de ensueño
Entre las experiencias más encantadoras e inusuales que he vivido en lugares mágicos, recuerdo con nostalgia las noches en la bahía de las Islas Eolias o en Cerdeña, donde pasé unas vacaciones inolvidables en velero.
Me quedan muchos lugares que visitar a fondo: el Val D’Orcia, por ejemplo, en Toscana, y la isla de Marettimo, en el archipiélago de las Egadi en Sicilia. Sin embargo, un sueño que tengo por cumplir es encontrar tiempo para explorar el sur de Italia a lo largo y ancho.
Recargar las pilas en Val d'Aosta
¿Mar o montaña? Aunque en mi caso la respuesta parece obvia, depende mucho de la compañía y del motivo que tengas para ir.
Sin embargo, si tengo que recargar las pilas, suelo refugiarme en Valle d'Aosta, en mi cabaña, lejos de todo y todos.
Los destinos del corazón
El lugar que más me atañe y al que más quiero es Bérgamo, la ciudad donde nací y en la que creo que viviré para siempre.
Si he de mencionar otro lugar que me hace sentir como en casa, ese es Cortina D’Ampezzo, la encantadora estación de esquí del Véneto. ¿El motivo? Puedes imaginarlo: está indisolublemente ligada a mi profesión.
El inconfundible sabor de Val Brembana
Recientemente he descubierto una gran pasión por los vinos. Me encanta probarlos y conocer de qué uvas y de qué bodegas provienen. En cuanto a la comida, entre los muchos platos que amo de toda la vida, hay uno que tiene el poder de devolverme a la infancia. Está vinculada al Val Brembana: las albóndigas vegetales hechas con el paruch, una especie de espinaca silvestre de la montaña cocinada con hierbas oróbicas. Cada vez que las como, la emoción corre por mis venas.