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El arte en Italia es un tema que se trata con seriedad. Añade un poco de cultura a tu próximo viaje explorando el rico patrimonio artístico de Italia. Desde la Galería de los Uffizi en Florencia hasta los Museos Vaticanos en Roma, Italia es el país ideal para quienes buscan destinos que cuenten con arte de primera categoría, cuadros espectaculares y exposiciones sorprendentes

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Abadía de San Silvestre de Nonantola

Abadía de San Silvestre de Nonantola

Nonantola se remonta a la lejana época romana, pero debe su fortuna a los lombardos, quienes en el año 752 d. C. fundaron aquí la abadía de San Silvestre. Para mayor precisión, fue san Anselmo, duque lombardo de Friuli, quien decidió que sobre la colonia romana de Nonantula se erigiera un monasterio «gemelo» del que acababa de fundar en Fanano. Anselmo actuaba por encargo del rey lombardo Astolfo, su pariente, quien tenía como objetivo crear un vínculo estable entre las tierras lombardas del noreste y las del sur, para sortear los dominios de los bizantinos. No en vano, los dos monasterios fundados por Anselmo se encuentran en el camino que va hacia el paso de la Croce Arcana, un puerto de montaña de los Apeninos de importancia estratégica. Así nació la vía de comunicación que hoy llamamos vía Romea Nonantolana Longobarda. Gracias a la protección real y a la habilidad del propio Anselmo, que la eligió como residencia, la abadía de Nonantola enseguida se asentó como una de las más poderosas del norte de Italia y se convirtió en un centro cultural de primer nivel, con su propio scriptorium. Consolidó su prestigio al dotarse de reliquias importantes, en especial los restos del papa san Silvestre y la insigne reliquia de la cruz, y al convertirse en un lugar en el que paraban los cortejos papales con ocasión de los viajes de los pontífices. En la Edad Media promovió el saneamiento de la llanura de Módena, y llegó a gobernar unos 400 kilómetros cuadrados de propiedades, entre pastos, tierras de cultivo y viñedos, ríos y valles de pesca. La basílica abacial, dedicada a san Silvestre, tiene formas romanicolombardas que se remontan al siglo XI y que resultan muy evidentes en el ábside. La fachada se reconstruyó, pero el portal es original y presenta una luneta esculpida por artistas del ámbito de Wiligelmo. Debajo del presbiterio, que está elevado, se abre una vasta cripta con 64 columnas y capiteles de los siglos VIII-XII. En el altar mayor se encuentra el arca de S. Silvestre. En el lado sur de la basílica se ubica el monasterio, con frescos de los siglos XI-XII en el refectorio y un patio del siglo XV con una arcada doble del siglo XV. En el complejo se hallan el museo benedictino y diocesano de arte sacro y el archivo de la abadía, con miles de pergaminos y documentos de antes del año 1000.
Basílica colegiata de Santa Cristina

Basílica colegiata de Santa Cristina

La basílica de Santa Cristina custodia el alma más antigua y espiritual de Bolsena, que contrasta con la atmósfera agradablemente despreocupada del paseo junto al lago y del puerto turístico del pueblo, repleto de restaurantes y locales. La fachada renacentista oculta unos interiores de estilo románico y una fundación mucho más antigua: la iglesia fue consagrada en 1077 por el papa Gregorio VII, pero sus raíces se remontan a épocas anteriores. De hecho, se encuentra sobre las catacumbas, donde, según la tradición, entre finales del siglo III y principios del IV se enterró a santa Cristina, mártir. Durante siglos, los peregrinos que recorrían la via Francigena se detenían aquí para rezar en la gruta de Santa Cristina, parte de las antiguas catacumbas ampliada y transformada, de hecho, en la cripta de la basílica, con la tumba de la santa. En 1263, precisamente en la gruta, ocurrió lo que la Iglesia considera el milagro eucarístico: de la hostia consagrada saldrían gotas de sangre, para testimoniar la presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo en la Eucaristía y desmentir las dudas alimentadas por el oficiante, un sacerdote bohemio. Lo recuerda el fresco del arco que conduce al hipogeo, del siglo XIII: es el testimonio iconográfico más antiguo del milagro. Otras obras de arte importantes que adornan la basílica son un crucifijo de madera de la escuela umbrosienesa del siglo XVI, los frescos del siglo XV de la capilla del Rosario y su gran tabernáculo, obra de Benedetto Buglioni (1493-97), y, en el presbiterio, un políptico del siglo XV atribuido al sienés Sano di Pietro y a Benvenuto di Giovanni.
Basílica de San Agustín en Campo Marzio

Basílica de San Agustín en Campo Marzio

La fachada de la basílica de San Agustín en Campo Marzio es majestuosa y sobria, pero tiene como peculiaridad dos volutas laterales. Revela así tanto el origen renacentista como la evolución dieciochesca de esta iglesia, terminada en 1420, reconstruida sesenta años más tarde por Giacomo da Pietrasanta y Sebastiano Fiorentino, quienes la agrandaron y «elevaron» respecto a la carretera para protegerla de las crecidas del Tíber, y luego remodelada en el siglo XVIII.En todos los casos, los trabajos fueron encargados por la Orden de San Agustín, que anteriormente oficiaba sus funciones en la iglesia de San Trifón en Posterula; así se explica la doble denominación, «basílica de los Santos Trifón y Agustín», a veces utilizada para indicar esta iglesia. La fachada, hoy en día uno de los símbolos del barrio de Sant'Eustachio, se construyó utilizando travertino recuperado del Coliseo, o al menos eso se dice. En cambio, los interiores son el resultado de la revisión de mediados del siglo XVIII realizada por Luigi Vanvitelli, quien en la misma fase añadió las dos volutas laterales a la fachada, reconstruyó la cúpula y el campanario y rediseñó el convento anexo a la basílica, que sigue siendo la sede central de la Orden de San Agustín. De la primera temporada de la basílica han sobrevivido al menos tres obras maestras: el Profeta Isaías pintado al fresco por Rafael en el tercer pilar izquierdo, de 1512; la subyacente Virgen con el Niño y santa Ana, escultura contemporánea de Andrea Sansovino; y la veneradísima estatua de la Virgen del parto de Jacopo Sansovino (1521), en la contrafachada junto al portal principal. Se remontan al siglo XVII otras tres obras fundamentales conservadas en esta basílica: el altar mayor, diseñado por Gian Lorenzo Bernini en 1627 y realizado por Orazio Torriani, con una virgen bizantina procedente de la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla; el retablo de San Agustín entre los santos Juan Bautista y Pedro el Ermitaño de Guercino (1637); y, sobre todo, el retablo de la Virgen de los peregrinos (o Virgen de Loreto) de Caravaggio (1603-04, en la primera capilla izquierda), considerado escandaloso por el aspecto de la Virgen, que tiene las características de una modelo muy conocida en Roma en ese momento por sus actividades como cortesana, por su ropa popular y por el realismo con el que se representa al peregrino adorador, que tiene los pies desnudos e hinchados. Caravaggio donaría esta pintura a la basílica como agradecimiento personal al convento de los agustinos: de hecho, aquí se puedo refugiar después de haber herido a un hombre por celos en la cercana Piazza Navona para que no lo detuvieran.
Basílica de Sant'Eustachio

Basílica de Sant'Eustachio

Según la tradición, la basílica de Sant'Eustachio fue fundada en el siglo IV por el emperador Constantino en el lugar de martirio del santo. Sin embargo, la iglesia «solo» está documentada desde el siglo VIII: la única certeza es que estamos en la zona de las termas de Nerón o Alejandrinas, erigidas por Nerón alrededor del año 62 y reconstruidas por Alejandro Severo en el año 227, de donde provienen las dos antiguas columnas adosadas al lateral del edificio, en Via di Sant'Eustachio. Sabemos que la basílica fue restaurada y ampliada en 1196, cuando se construyó el campanario de estilo románico, que presenta ajimeces parcialmente tapiados. No obstante, el aspecto actual de Sant'Eustachio se debe a las importantes remodelaciones (más bien reconstrucción) de la primera mitad del siglo XVIII, fase a la que pertenecen el altar mayor de bronce y mármol policromado, de Nicola Salvi, y el baldaquino que lo corona, obra de Ferdinando Fuga de 1746. Estos trabajos resultaron indispensables para salvar la iglesia de las filtraciones de agua y de las crecidas del Tíber, que eran frecuentes y suponían una gran amenaza. En la fachada, en la esquina con Via di Sant'Eustachio, una lápida recuerda el nivel alcanzado por el río durante una de las peores, en 1495. En la parte superior, la fachada está coronada por una cabeza de ciervo ya que, según la hagiografía, san Eustaquio se convirtió en el transcurso de una cacería, cuando entre los cuernos de un ciervo vio una cruz luminosa (o, según otras fuentes, la figura de Cristo).
Iglesia de Sant'Ivo alla Sapienza

Iglesia de Sant'Ivo alla Sapienza

Pequeña en tamaño, inmensa por su calidad arquitectónica y su importancia en la historia del arte: la iglesia de Sant'Ivo alla Sapienza, proyectada por Francesco Borromini, está considerada una de las expresiones más altas y originales del Barroco romano, punto de referencia para generaciones y generaciones de arquitectos. Realizada entre 1643 y 1660, año de su consagración, la iglesia se inserta en el edificio del palacio de la Sapienza y cierra la perspectiva del patio central, en el lado opuesto a la entrada. Borromini, nombrado arquitecto de la Sapienza en 1632, tuvo que trabajar en un espacio que ya había quedado definido por sus predecesores, estrecho y cuadrangular. Lo transformó radicalmente creando una iglesia de planta central mixtilínea, tan fascinante como compleja en su geometría. En la práctica, la planta de la iglesia de Sant'Ivo es una estrella de seis puntas formada por dos triángulos intersecados, doble símbolo de la Trinidad; en el centro, la intersección entre los triángulos da forma a un hexágono. Las paredes están coronadas por un entablamento que alterna lados cóncavos, rectilíneos y convexos, sobre el que descansa una cúpula de seis caras con una ornamentación clara y luminosa, que anticipa el gusto rococó. El suelo también es obra de Borromini, que creó un diseño con incrustaciones de mármol blanco y negro. En el altar hay un gran retablo dedicado a san Ivón de Kermartin, obra de Pietro da Cortona, el cual quedó inacabado debido a la muerte del maestro, acaecida en 1669, aunque más tarde fue concluido por sus alumnos. En el exterior, la cúpula está envuelta por un tambor de lados convexos que, visto desde el patio del palacio, contrasta con la exedra cóncava de la parte inferior. La coronan una cubierta escalonada y una linterna en espiral que, con su impulso ascendente, se ha convertido en un icono de todo el palacio de la Sapienza.
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