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Destino turístico
Lacio, Riviera di Ulisse

Ganas de relax, playas y bellezas arqueológicas en la Riviera di Ulisse

Tipología
car route
Duración
5 días
Número de etapas
4
Dificultad
Fácil

Playa, olas, relax y ganas de azul. Pero lejos de las aglomeraciones. A lo largo de la Riviera di Ulisse, en la frontera entre Lacio y Campania, es posible: sin prisas, con un ambiente relajado y con la posibilidad de admirar bellezas arqueológicas y naturalistas increíbles. Y es que la Riviera de Ulisse, llamada así para subrayar su origen mitológico, conserva rincones maravillosos: acantilados escarpados bajo los que se abren calas, ensenadas arenosas y bahías con playas de dunas y aguas cristalinas. Todo ello está impregnado de sencillez, autenticidad y un ritmo de vida relajado, el mismo que sedujo al emperador Tiberio en el siglo I d. C., quien mandó construir una villa en Sperlonga cuyos restos aún pueden visitarse. Si bien el mito cuenta que Ulises desembarcó aquí, no cabe duda de que era uno de los lugares de vacaciones favoritos de los antiguos romanos. De hecho, el patrimonio arqueológico resulta notable, puesto que hay pueblos herederos de ciudades latinas que surgieron a lo largo de la vía Apia y la vía Flacca, como Gaeta, Sperlonga, Formia y Terracina.

Terracina

Terracina

Estamos en el Agro Pontino, donde discurre el tramo de la antigua vía Apia, que toma el apodo de «fettuccia di Terracina» (cinta de Terracina). Son unos 50 km de tramo recto en los que da la sensación de estar en otra época, con los dandis romanos de los años 50 pasando a toda velocidad en sus Lancia Aurelia coupé. A los lados de la carretera discurren pinos marítimos, plátanos y eucaliptos y un magnífico escenario natural. En el extremo de la llanura pontina se encuentra Terracina, con el núcleo antiguo en lo alto y la parte moderna que se extiende entre la vía Apia y el mar. El mito cuenta que Ulises subió a su cima para otear a su alrededor y divisar el perfil del Circeo, habitado por la maga Circe. Por lo demás, aquí todo habla de la civilización clásica, empezando por las colosales ruinas de la acrópolis romana. Divisamos el templo de Júpiter Anxur, situado en una terraza del monte Sant'Angelo con vistas al mar.

La ciudad en sí fascina por el contraste que causa la mezcla de restos romanos y calles medievales dominadas por las pintorescas ruinas del templo, en un conjunto del que Goethe también se enamoró, como se aprecia en Viaje a Italia. En cambio, el Borgo Marino es la parte moderna de la ciudad, con su animado paseo marítimo y el puerto en el canal, dominado por numerosos restaurantes y clubes. La cocina de Terracina combina a la perfección las dos almas de esta tierra. Extendida sobre el mar, pero con sus raíces firmemente arraigadas en la tierra, la ciudad sabe ofrecer al paladar sensaciones únicas. La fértil tierra surcada por canales añade notas únicas al pescado que nos ofrece un mar maravilloso. En las playas ondean las dos velas del Touring Club Italiano y Legambiente. El fondo marino es poco profundo y resulta apto para los deportes náuticos y el surf. Entre los arenales más populares están el de Ponente, una playa de arena fina y dorada de unos 3 km de longitud y en su mayor parte con servicios, y la de Levante.

En las inmediaciones, a unos 10 km de distancia que también se pueden recorrer en bicicleta, el monumento natural de Campo Soriano es una curiosidad paisajística. Se trata de la cuenca kárstica de los montes Ausonios, en la que inmensos peñascos calcáreos se elevan entre olivos y prados como torres y pináculos esculpidos por la acción de los elementos.

Tómate tu tiempo para disfrutar de esta magnífica ciudad: piérdete por sus calles, sumérgete en su espléndido mar y, por la noche, disfruta de su esencia caminando por su paseo marítimo mientras saboreas una copa de Moscato di Terracina IGT.

Sperlonga

Sperlonga

Entre las ciudades costeras del sur del Lacio, Sperlonga es sin duda un lugar de veraneo de moda. Su atractivo centro medieval, con casas blancas sobre un afloramiento rocoso a más de 60 metros con vistas al mar, está a rebosar durante toda la temporada estival. Podrás disfrutar de sus callejuelas, pequeñas tiendas y restaurantes, así como de sus dos atractivas playas de arena situadas a ambos lados de un promontorio, premiadas con las tres velas del Touring Club Italiano y Legambiente. Hablamos de kilómetros de arenal, al oeste con largas extensiones de sombrillas en dirección al lago Lungo y al Lido di Fondi, y al este hacia la playa de Angolo y la costa escarpada de Bazzano, rica en barrancos, cavidades marinas y ensenadas a las que a menudo solo se puede llegar por mar o por senderos escarpados y donde los aficionados de este deporte pueden bucear.

Además de las playas y las increíbles vistas desde la parte superior del centro histórico, las principales atracciones son el Museo Arqueológico Nacional, donde se pueden admirar las esculturas helenísticas y las máscaras que datan del siglo II d. C., fragmentos rescatados de la villa de Tiberio, y la propia villa, una suntuosa residencia del emperador Tiberio. Desde el museo, irás descendiendo entre olivos a la parte urbana de la villa y alcanzarás la cueva, abierta al mar.

Sperlonga: una verdadera perla para admirar y vivir. La belleza natural, el patrimonio artístico y arqueológico, las deliciosas playas y la vitalidad del centro histórico son los ingredientes que hacen de este pueblo del Lacio un lugar único. Un aperitivo o una «poscena» en la plazoleta permiten saborear las delicias de esta tierra y vivir con despreocupación unas vacaciones inmersas en su original belleza.

Gaeta

Gaeta

El tramo de costa entre Sperlonga y Gaeta es uno de los más bellos de Italia: 10 kilómetros de playas y ensenadas, en gran parte convertidos en el parque natural y reserva marina protegida del parque regional Riviera di Ulisse, que se recorren con una agradable parsimonia. Gaeta aparece tendida sobre el mar como si fuera la proa de un barco. El centro histórico, un laberinto de callejuelas, escaleras y pequeñas plazuelas, es todo un viaje entre antiguos palacios medievales, algunos transformados en establecimientos de «B&B» y posadas para saborear la excelente cocina marinera: al más puro estilo de Gaeta Vecchia. Situada en una pequeña península que prolonga el promontorio, constituye el barrio medieval de la ciudad, completamente cubierto por una red de callejones con vistas al mar. No pasa nada si te pierdes entre estas callejuelas para descubrir torres, escalinatas, iglesias antiguas y viejas mansiones, campanarios y tiendas de artesanos. También disfrutarás del paseo marítimo Caboto, con su panorámica salpicada de barcos, el barrio marinero y el centro histórico, donde podrás pasar la velada deleitando el paladar con los numerosos platos de la cocina típica gaetana. La reina de la mesa es sin duda la «tiella», un pastel rústico relleno de verduras o pescado, que destaca el fuerte vínculo de esta ciudad con el mar y la tierra.

Los tesoros a visitar son el santuario de la Santissima Annunziata, la catedral dedicada a san Erasmo con el campanario románico árabe y el castillo angevino-aragonés. Por su parte, en la cima del monte Orlando se encuentra el mausoleo de Lucio Munazio Planco, al que se sube por un sendero rodeado de vegetación. Y en las laderas suroccidentales del monte, el santuario de la Madonna Spaccata, con el acantilado y la gruta del Turco.

Justo a las afueras de la ciudad, recorriendo la Via Flacca, podrás llegar a las playas, premiadas con las tres velas del Touring Club Italiano y Legambiente, que aún conservan su encanto natural, sobre todo en temporada baja. Pasado el largo arenal de Serapo comienza el tramo de carretera más bello, entre rocas, mar, maquis mediterráneo y antiguas torres en las estribaciones rocosas. La pequeña playa de Fontania conserva los restos de una grandiosa villa romana del siglo I d. C.

Solo se puede llegar en barco y nadando por la playa de los 40 Remi, famosa por sus cuevas, sus aguas cristalinas y el Pozzo del Diavolo, un salto de 50 metros que se abre de forma repentina en la roca y se hunde en el mar: el paraíso de los buceadores. Si continúas hacia el norte, llegarás a la playa del Aeronauta, a la que se puede acceder a pie tras bajar trescientos escalones. La arena es fina y dorada, el mar es cristalino y el fondo es bajo.

Formia

Formia

Bañarse en las limpias aguas del golfo de Gaeta, premiadas con las tres velas del Touring Club Italiano y Legambiente, y dejarse intrigar por las antiguas huellas de un próspero pasado esparcido aquí y allá: todo esto y mucho más es posible en Formia. La localidad es moderna y comercial, pero detrás de ambas características se revelan joyas inesperadas de la arqueología romana. Hay restos relacionados con el nombre de Cicerón, que se refugió aquí huyendo de Roma, vivió en la zona durante mucho tiempo y murió asesinado por sicarios. En la costa que conduce al mar todavía se reconocen los cimientos de su villa, una lujosa residencia de la época imperial; mientras que en la antigua vía Apia se divisa su mausoleo, llamado la tumba de Cicerón, un torreón cilíndrico con vistas al golfo. Las sugerencias de la Antigüedad no terminan aquí; no puedes irte sin admirar, en el Museo Arqueológico Nacional, las estatuas romanas procedentes del foro y las esculturas de las lujosas villas patricias en el litoral.

Después de la destrucción de los sarracenos, la ciudad aún conserva los dos centros medievales: el barrio marinero de Mola, del siglo X, y el núcleo más antiguo de Castellone, en la colina donde se alzaba la antigua acrópolis romana.

El paseo marítimo, en cambio, ha cambiado su fisionomía después de la segunda guerra mundial, con un puerto moderno desde el que zarpan los ferris a las islas Pontinas, exóticas excursiones de un día.

Las playas ofrecen oportunidades para todos los gustos. La playa de Vindicio es frecuentada por surfistas y jóvenes, la de Sant'Agostino es tranquila y con buenas panorámicas y la bahía de Sassolini es un oasis más íntimo de relax, con su fondo de guijarros y su agua transparente.

No te puedes ir de Formia sin haber probado los «spaghetti alla Formiana», un primer plato acompañado con mejillones y langostinos, para maridar con un buen vino blanco Lacio IGT.

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